De
la Serie Médicos de La Puerta, trataremos aquí de la vida y obra de un
personaje interesante para nuestra comarca, a quien se le conoció por su
abnegado trabajo como médico rural, y se le reconoció su mérito, dándole a
nuestro principal centro de salud, su nombre, Dr. Jaroslaw Truszkowski.
Nacido
en 1901, en la ciudad de Kiev, llegó a Venezuela en 1949, donde prestó por más
de 5 lustros, servicios en el convulsivo
mundo de la salud colectiva. Al Dr. Truszkowski, se le vinculó en aquella
época, a la conexión nazi del criminal de guerra Walter Hadamowsky, el célebre
confinado de la Mesa de Esnujaque, que logró armar una organización nazi, que desde empresas alemanas ubicadas en
Maracaibo, cimentaron en Timotes, La Mesa, La Quebrada, La Puerta, Valera,
hoteles, restaurantes, bombas de gasolina, fincas agrícolas, para el control
del turismo en la región. Walter Hadamowsky había llegado a Caracas en 1939, con el objetivo de dirigir el partido nazi en
esta ciudad, se le designó apoderado de
la IG Farben (Hoy Bayer) empresa alemana que apoyó a Hitler durante la segunda guerra
mundial, obteniendo grandes sumas de dinero por parte de las SS con la venta del
producto “Zyklon-B”, que era el gas
venenoso usado en las cámaras de exterminio de Auschwitz, fabricado en su
planta de Degesch; Hadamowsky actuaba bajo las ordenes de Arnold Mergerie, alto
ejecutivo de IG Farben (Bayer) y jefe supremo de la NSDAP LandesgruppeVenezuela (Partido
Nazi, Grupo Regional Venezuela). Hadamowsky, en la organización nazi, se encargó de la Jefatura de la Gestapo en
Caracas y en 1942 es designado presidente del Club Alemán. Estos, alemanes, según el
periodista caraqueño Pedro Beroes, “ocupaban esos cargos en 1947 cuando comienza a hacerse
patente la presencia en Venezuela de criminales de guerra nazis lo que llevó a
la sospecha de que solo seguían aquí para poder actuar como agentes de enlace
de aquellos; consiguiéndoles refugio y trabajo tal vez con la idea de ir
reorganizando a la maltrechas fuerzas del Partido Nacionalsocialista Alemán y
trabajar por un quimérico regreso al poder”. (Beroes, Pedro, Criminales de
Guerra en Venezuela. Diario
Últimas Noticias 13 de mayo de 1947. p 3). Fueron fuertemente criticados por el
poeta y abogado Andrés Eloy Blanco.
Dr. Jaroslaw Truszkowski.
El Dr.
Truszkowski, murió en La Puerta, Estado
Trujillo, en 1974; sus restos moran en el cementerio de esta población. Sin
entrar a emitir un juicio de valor, sobre lo precedente, en procura de
objetividad, obligatorio es incorporar
el criterio de una persona que lo conoció por más de 20 años y fue su colega de
profesión.
Existe una descripción interesante de la
vida de este galeno, que elaboró otro apreciado medico de nuestra comunidad, el Dr. Elías Anzola Pérez, en 1974, que fue
publicada en un diario regional y en la revista del gremio médico. El Dr. Anzola lo conoció
en el año 1949. Gracias a la colaboración del M.Sc. Beltrán
Briceño, que logró localizar este artículo, lo compartimos y reproducimos a
continuación.
<< Historia de un venezolano nacido en Kiev
Hace más de 25 años llegó al país, tras haber padecido, como tantos otros
compatriotas, la más cruel de todas las enfermedades: la pérdida de la libertad
y el exterminio de los seres queridos, el Dr. Jaroslaw Truszkowski, médico
graduado en Varsovia, residente del servicio de obstetricia del principal
hospital de la bella capital de Polonia y médico de abordo de un buque-escuela
de cadetes de la armada polaca que daba vuelta al mundo.
Cayó como un raro ejemplar apocalíptico sobre la reverberante aldea de
Motatán como médico rural. Los tremendos problemas lingüísticos los resolvía a
través de sus auxiliares de enfermería, quienes tenían la tarea de llevar al
papel lo que aquel gigantón venido de muy lejos recetaba a los enfermos.
Seguramente los enceguecedores centelleos solares de la caliente región le
prestaban una magnífica excusa a sus humedecidos, penetrantes ojillos azules,
cuando su pensamiento regresaba al lar nativo y sólo recogía espectros
familiares: padres, hermano, novia.
Había nacido en Kiev, cuando Kiev era territorio polaco. Los sonrientes
años de su niñez y adolescencia transcurren felices, construidos sobre una
disciplina algo prusiana (la madre, de origen alemán, solía “pasar revista” a
la hora de dormir y el brillo de los botines debía competir con el relámpago de
los bombillos del cuarto) y los lapsos vacacionales en la ilimitada nieve o en
la palpitante playa que tanto amara durante toda su vida. Llegan los días
universitarios, los libros de alto lomo, las obligaciones serias y el título de
médico.
Entre el hospital y los planes para el futuro llega a su apogeo su vida
galante. “Joven, profesional, excelente pareja de baile y bien parecido”, solía
confesar tímidamente. Luego, su oportunidad viajera de tocar puertos y
descubrir personas, objetos, costumbres. De pronto, la lucha armada, las
persecuciones, los encarcelamientos. La vida le tenía reservada una amarga,
increíble experiencia: la dispersión de la familia, la volatilización de sus
pertenencias y, especialmente, la prisión.
Errante figura por los campos de concentración de Auschwitz y Bugenwald,
Jaroslaw se resistía a creer en su trágico destino porque, de acuerdo al decir
de los millares y millares de reclusos, de allí sólo se podía salir de dos maneras:
a través del aire o convertido en una pompa de jabón cuando los verdugos, con
loca frecuencia, practicaban la saponificación de la grasa humana mediante el
infame horno crematorio.
Como de increíble fue la entrada, así debió ser la salida. Una vez libre
(libre?) y sin poder regresar a los lugares familiares, se deja arrastrar a
París donde ahuyenta el frío de los incipientes fanáticos del invento de
Lumiere avivando el apagoso fogón de un cinema o satisface las exigencias
pequeño-burguesas de dos desequilibrados franceses, marido y mujer, quienes le
exigen al refinado cocinero y camarero atienda a su nuevo, chic y más eufónico apelativo de Michael Constantin. Al fin logra
evadirse de esa otra cárcel y toca la agreste, retadora tierra trujillana para
comenzar su nueva vida.
Motatán, Chejendé, La Quebrada, La Mesa de Esnujaque y La Puerta se
familiarizan con el enorme médico rural que con grandes dificultades de
expresión e interpretación de los giros idiomáticos de esta zona de transición
geográfica y humana, se empeña en no dejar morir o aliviar los padecimientos de sus habitantes con un
Ministerio de Sanidad de apenas 10 años de vida, pésimo saneamiento ambiental,
crueles endemias y un sueldo miserable.
Constancia original de 1955, que
acredita al Dr. Jaroslaw Truszkowski, como
miembro activo del Colegio de Médicos del estado Trujillo. Está colgado
en la pared de recepción de la Medicatura Rural de La Puerta,
Trujillo, Venezuela Cronografía de este blog N° 3492.
Con los Dres. Vladimir (ya fallecido) y su esposa Galy (ya retirada)
Lauschkin, venidos de Rusia, realiza una labor extraordinaria en el ámbito
trujillano. Ganadores en varias oportunidades del Premio Anual al Mejor Médico
Rural del estado Trujillo, se constituyen en paradigmas de los que fuimos sus colegas
de medicina rural y, circunstancialmente, sus superiores en el orden
administrativo sanitario. Los médicos del viejo Hospital Nuestra Señora de la
Paz, de Valera, escuchan con respeto y seriedad a los Lauschkin o a Truszkowski
cuando ellos se movilizan con un paciente para el cual no existen recursos
suficientes a nivel de la medicatura.
En reprochable hora, enajenados seres siembran en este noble anciano el
peor de los castigos: la prisión. En esa época le conocí y no pude entender
cabalmente sino tiempo después, la angustia y desesperación que le embargaban.
Los acusadores criollos, conocedores de su amarga experiencia de prisionero, lo
sometían de nuevo a la oscuridad infamante de la celda, a la ventana a rayas,
la inmovilidad física por haber cometido el delito de reportar a las
autoridades superiores un hecho bochornoso ocurrido en su medicatura. El
objetivo fue logrado: las torturas, el hambre y la agonía de Auschwitz y
Bugenwald fueron sustituidos por los sinsabores de la triste cárcel de Trujillo;
el tatuaje numérico que dejaba la constancia de su paso por los campos de
concentración persistía en su antebrazo, pero una cicatriz más dolorosa le
nacía en el sentimiento.
Diploma original de 1964,
que acredita al Dr. Jaroslaw Truszkowski, como fundador del Instituto de
Previsión Social del Médico. Está colgado en la pared de
recepción de la Medicatura Rural de La Puerta, Trujillo, Venezuela. Cronografía de este blog
N° 3489.
Casi al final del mes de julio de 1974, el Dr. Truszkowski fue empujado a
otra cárcel, la definitiva. Hubo necesidad de sacar muchas piedras en el
inclinado cementerio de La Puerta para sembrar esa otra piedra de ojos azules,
cuerpo de gigantón y alma de niño en la que nunca hubo espacio para la
maledicencia ni resentimiento para el mundo que tanto daño le hiciera.
Conociendo la vida y milagros del Dr. Truszkowski, se puede creer en la
sublimación de los actos y la luminosidad de ciertos hombres.
Rodeados de niños, el Dr. Jaroslaw Truszkowski y el Dr. Elías Anzola Pérez, dos de los
primeros médicos y pioneros del sistema de salud formal de nuestra comunidad.
El Ejecutivo del Estado Trujillo ha pagado su entierro, ese mismo
entierro que el viejo polaco espantó durante casi 27 años de las puertas de
humildes hogares trujillanos. El Colegio de Médicos ha ofrecido la ejecución de
su mausoleo que entablará diálogo con la niebla vespertina que baja del Páramo
de Los Torres. La Dirección de Asistencia Social del Estado se ha pronunciado
por perpetuar su nombre en la fachada de la medicatura de La Puerta, que le
servirá de último eslabón terrenal. Quizás los turistas apresurados por el frío
y exaltados por la exuberancia vegetal del lugar, nunca lleguen a leer
completamente la difícil conjunción de letras colocadas sobre la fachada del
edificio, pero tal vez puedan recordar los ojos vivaces y los escasos cabellos
blancos de un patriarca (1901-1974) que les da la bienvenida desde una serena
fotografía, con la gracia triste y honda de un personaje de Omar Khayan.
Mientras preparaba una exquisita sopa polaca de remolachas –fue excelente
cocinero y hubo complacencia especial en sentar a su mesa a sus amigos- el Dr.
Truszkowski me confió un día que él conoció la muerte cuando cayó presa de un
terrible acceso febril y un desplome indescriptible debido a la adquisición del
tifus exantemático a través de piojos infectados con Rickettsia prowasecki que sus verdugos de turno colocaban
amorosamente en las indispensables cobijas que mitigaban el invierno
insoportable.
La mejor forma de morir, comentaban los compañeros de infortunio, era
acercarse a otro moribundo y, espalda con espalda, sostenerse y comunicarse la
tibieza corporal hasta la última décima. Así lo hizo él y en esos instantes
conoció cómo se escapa la vida, igual que el hilo que va adelgazando su hebra
hasta quedar reducido a la nada. El próximo recuerdo de ese archipiélago
memorioso fue encontrarse convaleciente, rotundamente vivo.
Ya el viejo Jaroslaw –el abuelo Truz
para mis hijos- no existe, pero me complazco pensando que a la hora de
su muerte final debió sentir cerca de su costado la multitudinaria espalda
tibia de los trujillanos, comunicándole el calor que logrará el nuevo milagro:
mantenerlo vivo en la memoria de ésta y las próximas generaciones.
Dr. Elías Anzola Pérez
(*)>>.
*Artículo publicado en el diario El Tiempo, de
Valera, estado Trujillo, Venezuela, en 1974 y en la Revista del Colegio de
Médicos del Estado Trujillo, Volumen V, No. 4 (Revista No. 22), diciembre
1974.
Transcrito por: M.Sc. Beltrán Briceño
La Puerta, diciembre, 2020.
El Dr. Truszkowski fue detenido por la Gestapo en 1942 y estuvo en la prisión de Pawiak (Varsovia), los dos últimos años de la II Guerra Mundial fue confinado a los campos de concentración Nazi de Majdanek (Polonia), Auschwitz (Polonia) y Buchenwald (Alemania). Por lo tanto, no entiendo porque lo relacionaron con el empresario Nazi Walter Hadamowsky. El Dr. Truszkowski fue un sobreviviente que vivió en carne viva los horrores de los campos de concentración Nazi y parece ilógico sacar esa relación.
ResponderEliminarEs interesante la historia de este médico y lo que dice el amigo Beltrán tiene lógica es decir, si fue prisionero de la Gestapo cómo va ser luego miembro de estos en Venezuela? La historia es injusta o los que la fabrican...
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