Oswaldo Manrique Ramírez.
Otro de los excéntricos
personajes que llegó a La Puerta, en la segunda mitad del siglo XX, fue
Adalberto Martínez, a quien apodaban el “Zurdo” o “el Oso” Martínez. Nació el 24 de abril de 1938, en San Genaro,
Municipio San Rafael de Carvajal, Estado Trujillo. Fue criado en Valera por su
abuelo Baldomero Rodríguez, un negro con ojos azules, dueño de muchas casas, un hombre de ciertas posibilidades
económicas, quien le dio comodidades en su residencia de la avenida 6 de
Valera, muy cerca de la plaza San Pedro y de la denominada "esquina caliente".
Adalberto, de joven, asumió la pose de un dandy de los años
sesenta en Valera, vestía elegantemente como los mejores galanes de la época,
con fluxes Montecristo y usaba zapatos Corfan o los afamados mocasines Tom
Mackan. Eran tiempos de exiguas
alternativas culturales, se dedicó a jugar barajas y al billar como distracción
y de la forma como le encontraba emoción: apostando. Tenía gusto por el cigarrillo, solo
fumaba Viceroy. Estudió la primaria en la escuela Padre Blanco y bachillerato
en el Liceo Rafael Rangel, de dicha ciudad.
Adalberto Martínez, el popular “Zurdo”, tomándose un
capuchino, año 1970. Adalberto estuvo casado con la señora Flor Rivas,
eficiente y preocupada enfermera, colaboradora de la comunidad; procrearon dos
hijos: Mary y Carlos. Imágen colaboración del señor Norberto Sánchez.
Cronografía N° 3696.
Contó el mismo “Zurdo”, que en una
oportunidad, su abuelo Baldomero, buen creyente católico, fue a misa en la
Iglesia San Pedro, y escuchó al cura decir que aquellos que no colaboran con la
iglesia van a parar al infierno; el viejo siempre mandaba una morocota de oro con
Adalberto, quien desviaba la moneda y se iba para los lenocinios de moda como
El Dandy, Siboney, Bar Roma y El Hijo de la Noche, éste ultimo, era propiedad
del padre de Jorge Méndez, el vecino y abogado; el viejo Baldomero se enteró
del destino que le dio el nieto a la morocota, lo agarró, amarró y le echó lo
que recordó toda su vida como “la madre
de las pelas”, como hacían antes, para enderezar a los muchachos. Era un joven
de la noche, bohemio, enamorador, y siguió visitando a sus enamoradas, lo que en
una oportunidad casi le cuesta la vida, cuando el hijo de una de estas
damiselas se enteró y le puso un revolver en la cabeza.
La guerrilla en La Puerta. Detienen al “Zurdo Martínez.
Preocupado lector, conversador,
sarcástico en el debate, inquieto; estudiando en el Rangel, se relacionó con la
efervescencia revolucionaria de los adolescentes de Valera, lo embelesaron las
ideas marxistas, y se encausó por la lucha popular.
Fue militante de izquierda, en una de
las épocas históricas más emblemáticas del país, la década de la lucha armada en los años
sesenta, incorporándose a una de las Unidades Tácticas de Combate (UTC) de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN); ideas y acciones por las que estuvo preso en la Digepol,
policía política del régimen, al ser involucrado en una operación expropiatoria realizada por la célula a la que pertenecía, en la población de La Puerta, en la que
participaron otros guerrilleros urbanos
trujillanos. Según los planes de la organización guerrillera, la acción
financiera, se ejecutaría en un establecimiento mercantil ubicado en la entrada
norte de este pueblo, el negocio de mayor bonanza económica, el de un señor
descendiente de judíos, terrateniente, dedicado al préstamo agiotista y la comercialización
y distribución de telas y otros rubros
en el occidente del país. Un hombre de mucha fortuna, don José Audón Lamus Briceño.
Sobre este hecho, recordó Jesús Pacheco, el
fontanero de La Hoyada, que él, se la pasaba donde Audón, lo ayudaba y allí comía,
también se la pasaban los González, Pablo Enrique “Pipo” y Oswaldo (+), padre
del sacerdote Oswaldo González, primer cura nativo de La Puerta; eran jóvenes,
ellos vivían en una casa ubicada al frente de donde hubo la irrupción armada. A
las siete, se fue a su casa donde su tío Tolentino Pacheco, en la misma avenida
Bolívar, como a 150 metros de distancia y al rato, como a las 8, oyó los tiros y la gente se fue acercando
donde Audón y éste, salió a la calle con su revolver en la mano, y dentro de su nerviosismo, les decía lo que había ocurrido.
Los guerrilleros llegaron en un vehículo
que pararon cerca del hotel, otros iban a pie;
ingresaron en horas de la noche, con mucha dificultad por el garaje
donde Audón metía su camioneta; luego cuando estaban todos los complicados, se
metieron a la casa y se llevaron la sorpresa que Audón se les enfrentó armado, comentarios
señalan que tenía su famoso revolver enchapado en oro y hubo disparos cruzados.
Se escucharon varias detonaciones, las familias vecinas de La Hoyada,
comenzaron abrir las ventanas para saber qué estaba pasando. Audón no se dejó robar,
y los asaltantes le dispararon en la mano para tumbarle el arma, y él les
contestó con varios balazos. Ante aquella eventualidad, asustados los
guerrilleros, salieron y huyeron, unos se montaron en el vehículo que los
esperaba y cogieron en dirección a Valera; quedaron dos, el herido de bala en
la pierna, auxiliado por una muchacha, huyeron a pie, como pudieron, saltaron
una tapia alta, y fueron a dar al gallinero de una casa vieja contigua
abandonada, del antiguo Oratorio de la Guadalupe de indios, del padre Rosario,
después fue la casa del coronel Ontiveros; allí se escondieron.
Audón salió a la calle, y los vecinos
se fueron acercando; le estaba sangrando la mano, en la que tenía el revólver,
pero con el nerviosismo no se dio cuenta y al rato comienza a sentir un dolor
en el abdomen, también ahí recibió disparo. Llamaron con urgencia a Pedro Rodríguez, su chófer, quien
vivía en el sector El Molino. Al llegar lo metieron a la camioneta y se lo llevaron a
curar a Valera.
La guerrillera que tenía una falda color
ladrillo, la rompió, le quitó un pedazo e hizo una banda, poniéndole un
torniquete al compañero. Al rato, la joven, abre la ventana de la casa, y la ve
un hijo de Esteban Briceño, el de la bodega de la esquina de la Calle 2 con Bolívar.
La alarma era colectiva, en eso llegó Ernesto Barrios, que era un hombre alto y
fortachón, músico por cierto, y se fue hasta esa casa y de un solo golpe tumbó
la puerta de madera. La joven asustada y desesperada, le dijo: - No
me vayan a matar, que ustedes también
tienen hijos. El otro guerrillero estaba temblando y herido, escondido
en el baño, uno de letrina, donde había un enorme hueco, sin embargo, no les
agarraron ningún arma. Los detienen y los entregan a la policía.
Audón, salió herido en la barriga, lo
trasladaron a la clínica, y cuentan los viejos vecinos que le pusieron “tripas
plásticas”. Sanó rápidamente y volvió a estar al frente de su negocio, lo hacía
sentado en un sillón de cuero, en el lado más oscuro del negocio, tenía una
mesa, y sobre ella, su revólver dorado. Era su señora Aminta Briceño, quien
atendía directamente a la clientela.
Uno de los guerrilleros detenidos “cantó”,
y en las investigaciones capturaron a varios de los jóvenes implicados, y particularmente
a los directivos de la célula guerrillera, entre ellos, al “Zurdo” Martínez, que estuvo vinculado a esa
UTC de Valera, cuando eran unos muchachos estudiantes.
Posteriormente -según narró Pacheco-, el
Tribunal, realizó un acto de reconocimiento judicial y la misma joven detenida fue
detallando su versión pormenorizada del hecho. En ese tiempo, las FALN, se dividieron
y el PCV, dejó de enviar dinero al Frente Guerrillero José Antonio Páez,
comandado por el comandante Fabricio Ojeda. La Comandancia decidió desmontar el
frente en las montañas de Trujillo, Portuguesa y Barinas, y los combatientes
los trasladaron a las ciudades, a la lucha
política. El primer escollo que tienen que sortear es el que no tenían ingresos
económicos para sostener la lucha armada contra el gobierno de Leoni. Concibieron
un plan de varias acciones expropiatorias de carácter financiero, entre ellas
una en La Puerta, pueblo desasistido policialmente, la vieron fácil.
Se descubrió, que la joven guerrillera, estudiante, integrante de buena familia, había llegado días antes a La Puerta, por instrucciones de las FALN, explorando la Jefatura Civil, el puesto de policía y reconociendo el sitio donde se ejecutaría la acción guerrillera, las vías de escape, sitios para enconcharse; al parecer, era quien dirigía la célula subversiva.
Entre vecinos y amigos, preparando la comilona colectiva, sentados de izquierda a
derecha, quien fingió ese día como Chef,
Monche Carrillo, secretario del Tribunal de La Puerta, echando algunos
“chirganos” al caldero; atento Enrique Paredes “Montero”, transportista por
muchos años en el Hotel Guadalupe; observando
el firmamento el “zurdo” Martínez; atrás, de lentes oscuros, Benito Suarez, el popular “Guache”, uno de los más dinámicos exponentes del tenis
local. Imagen colaboración del señor
Norberto Sánchez. Cronografía N° 3701.
La acción financiera en la tienda de
Audón Lamus, planificada y ejecutada por células del MIR y PCV, FALN de Valera,
había fracasado, no se llevaron nada. A la tienda de Audón, solo le dañaron
unas cuantas chaquetas de cuero colombiano, de las que se vendían a 30 bolívares
cada una, que era un dineral, fueron perforadas por las balas del
enfrentamiento; él las traía del hermano país, cuando enviaba a San Cristóbal
la lana que obtenía de su cría de ovejos, que poseía en la finca El Pozo,
ubicada en la carretera a La Lagunita, y
aquí las distribuía. En esa misma finca, en la que tenía como encargado al
señor Rafael Abreu, y en otra que tenía
cerca de San Pedro, jurisdicción de esta Parroquia, sembrada paja de primera
calidad, que enviaba a Barquisimeto, a la fábrica para la elaboración de
colchones. La parte agrícola del antiguo Oratorio, zanjones detrás del hotel
Guadalupe, mantenía los arboles de caraota amarilla grande, sembradas por los indígenas
del padre Rosario; era la caraota que comían en comunidad.
La memoria oral, le agregó, que aquel
suceso, no dejó pérdidas graves, porque la presencia de la Guadalupana y del Santo
Padre Rosario, amparó a ambas partes, en su antiguo Oratorio.
En La Puerta, “El Zurdo” Martínez, encontró lo que quería.
El estilo elegante, su experiencia
citadina y el entusiasmo que le ponía a sus ocurrencias, lo transmitía a los
jóvenes de su edad y aun a los mayores, que lo vieron como un maestro, en
cuanto a gustos y expectativas. Ya estudiando en la Escuela de Peritos en La
Puerta, se fue amoldando, aunque con cierta elegancia, al nuevo entorno, a la
aldea que escogió para vivir y hacer familia, como lo hizo. A comienzos de los
años sesenta estudió en la Escuela de Peritos de La Puerta, vivió en una residencia en la calle 2, La Hoyada, junto a otros estudiantes. Cierto día, en esas
excentricidades de Martínez, hizo del cuerpo en una bolsa roja oscura de las que daban
en los Automercados CADA, y la guindó en una de las puertas. Llegó el amigo
Eccio, vecino y también estudiante, a saludarlo y al ver la bolsa llena, le preguntó:
- “Qué tenés ahí Martínez”. Éste le dijo:
- Son unos camburitos, ¿quieres? El amigo metió la mano, agarró y no
fueron cambures, era la pura miasma, imagínense la calentera que cogió y la enorme carcajada del zurdo.
Impartió clases de inglés en la
Escuela de Peritos de La Puerta. Al decir del abogado Jorge Méndez, quien lo
conoció desde joven, realizó curso de
este idioma en la isla de Jamaica. Graduado de Perito Agrónomo, se fue a
trabajar al INCE de la ciudad de Mérida, donde está un tiempo y regresa a
Valera a trabajar en el Instituto de
Capacitación Agrícola (Inagro), y finalmente al IAN, con el que se inserta en
el medio rural trujillano, en los asentamientos campesinos creados por la
novedosa Reforma Agraria a proveer asistencia y capacitación técnica como
mecanismo de desarrollo rural.
Adalberto Martínez, el popular “Zurdo”, en compañía de
su pariente Antonio “Toñito” Torres, haciendo pruebas hidrológicas en las aguas
de Piedras Negras, en Monay, Estado Trujillo. Martínez, fue durante muchos años
perito del Instituto Agrario Nacional (IAN); año 1970. Imagen cortesía del
señor Norberto Sánchez. Cronografía N° 3694.
Según el mismo Méndez, al “zurdo” le
gustaba la poesía, apreciaba escuchar la Desiderata
en la voz de Luis Gerardo Tovar. Las tardes de los sábados y domingos
también, era asiduo escucha de la música del argentino Sandro y de Julio
iglesias. Contó que en una oportunidad se fueron a Maracaibo, con Rubén el
agüero; el hermano de este, le había dado unos cobres para que le comprara unos
interiores o boxer (ropa interior), los tres en la noche salieron a festejar y visitar
varios centros nocturnos y se bebieron también la plata de comprar los
interiores. Rubén al otro día, muy preocupado le dice a Martínez:
-
¿y ahora qué hago, qué le digo a mi hermanito? El zurdo que estaba fumándose un
Marlboro, le respondió rápidamente:
-
Tengo la solución, le vas a decir cuando llegués a La Puerta, que cuando
íbamos pasando el puente sobre el lago, la Guardia Nacional te decomisó los
interiores, porque eran material de contrabando.
Tenía afición por la novelística policial,
sobretodo la norteamericana, de las cortas, y también las vaqueras de Manuel La
Fuente Estefanía, que portaba normalmente en el bolsillo trasero de su
pantalón.
En un alto y descanso de la excursión, tres apreciados
colaboradores de La Hoyada, de izquierda
a derecha, sentados el gordo Martínez, y
Norberto “Kiko” Sánchez, enseñando la de Chequers, y en la parte de atrás,
centro, Enrique Paredes “montero”, año 1970. Imagen colaboración del señor Norberto
Sánchez. Cronografía N° 3697.
Quienes conocimos y compartimos
alegres tardes con El “Zurdo” Martínez,
fuimos testigos además de sus bromas y fina jocosidad, de la atención
que daba a las personas que lo solicitaban para que fuera a ver sus animales
enfermos, mascotas o partos de animales, para vacunarlos, para detectar
enfermedades, prepararles formulas, en fin, para asistirlos o para dormirlos
cuando sufrían sin posibilidad de curarlos. Un hombre útil, que se requiere en
todo pueblo campesino. Estuvo casado con la señora Flor Rivas, nuestra
apreciada y diligente enfermera comunitaria, con la que tuvo dos hijos. Murió
el 7 de diciembre del 2007, y como costumbre de todo jodedor, cuando lo fuimos
a enterrar, se puso tan pesada la urna que hubo que regañarlo y levantarla
entre muchos, para poderlo sembrar; esto no me lo contaron. Así era el “Zurdo” Martínez.
La Puerta, abril 2021.
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