Por Oswaldo Manrique (*)
Novicio, pasaba horas metido en sus
lecturas religiosas, adquiriendo el conocimiento de los vetustos cánones, ya sabía que en pocos días llegaría
la visita única y trascendental del Prelado y Gobernador de la Iglesia, esto lo
mantuvo abrumado, intranquilo, pensativo por varios días, en los que casi no
dormía, preocupado por estar allí presente en el momento de su llegada; su
fanatismo religioso, lo puso al borde de la desesperación juvenil.
Habló con sus padres, y las
respuestas no le satisfacen y su carácter cambió, insistía en participar en el
recibimiento, ya entendía y hablaba en latín y contaba 15 años de edad. Se le
había despertado una ansiedad o extraño deseo en su espíritu, pensar en ¿Cómo
era su ilustrísima? ¿Cómo era la máxima autoridad de la Iglesia en la provincia de Venezuela?
¿Qué decía, cuáles eran sus predicas, sus ideas? ¿A qué venía a Trujillo?
En una de sus naturales reacciones, se fue al
Convento de Monjas Regina Angelorum y habló con don Alonso Vásquez, el
viejo Capellán, sobre su deseo de acompañar al recibimiento del Prelado, haciéndole
ver que era joven y podía aguantar estrecheces e incomodidades. El Capellán conocía
su madurez, su amplia cultura e ingenio, que lo hacían apto para asistir y
mantener cualquier conversación con los frailes y religiosos, inclusive con el
Obispo.”Paco” en medio de esa emoción, no iba a permitir que se frustrara la
posibilidad de estar cerca del Obispo.
De Pueblo en Pueblo, de villa en
villa, de caserío en caserío, de sacerdote en sacerdote, Don Mariano Martí y
sus acompañantes viajan rodeados de atenciones, respetos y algunas comodidades
a Trujillo, a pesar de las inclemencias del tiempo y los caminos irregulares.
La muchedumbre le supone poderes superiores en la Iglesia. La misión
pastoral del Obispo Mariano Martí en las tierras de Trujillo, comenzó
oficialmente <<el 15 de febrero de 1777, por
Carache y concluyó el 12 de enero de 1778 en la ciudad de Trujillo, en que
partió de aquí hacia Chabasquén>> (Briceño Perozo, 89); la
llegada de Su Ilustrísima, mantuvo ansioso, intranquilo, casi vehemente a
Francisco Antonio, era un acontecimiento único que tuvo Trujillo y
particularmente el Curato de La Puerta y Mendoza, donde estaban ubicados dos
“pueblos de indios” Timotes.
Los fríos y verdosos caminos del
Valle del Bomboy, se vistieron de fiesta ante la visita de quien para los
feligreses, era un enviado de Dios. Se habían preparado, se vieron arreglos
florales de bienvenida, y se notaron las flores y ramas de exquisitos aromas,
para que el pueblo todo oliera a esas agradables fragancias. Según el Padre Juan
de Dios Andrade, recordado Cronista de Valera, “…San Pablo del Momboy (La Puerta) fue visitado por el Ilustrísimo
Dr. Mariano Martí en 9 de abril de 1777, cuando era cura de almas de este
pueblo y de Mendoza el Presbítero Licenciado Don Pedro Santana Vásquez
Coronado…” (Andrade, Juan de Dios. 100
años de la instalación del 1er. Concejo Municipal del Distrito Valera,
1875-1975. Págs. 91. Tipografía 7 Colinas. Valera. 1975); allí estuvo
presente, como atento testigo el joven de 15 años de edad, Francisco Antonio Rosario.
El presbítero Pedro Santa Anna de
Coronado, quien en ese momento estaba a
cargo de este Curato, al día siguiente lo presentó al Ilustrísimo. “Paco”, pudo
mirar y admirar aquel hombre casi intocable, inaccesible, el Patriarca de la Iglesia,
que en medio del mayor respeto de los feligreses, ricos y pobres, blancos
peninsulares, blancos criollos, pardos e indios, se arrodillaba y oraba, y hasta
comulgaba igual que ellos. Le extiende su blanca y cuidada mano, y el joven se arrodilla y se la besa, y
el Obispo lo bendijo. El buen Prelado, conversa con los jóvenes novicios, le
hace sentar cerca, y le hace preguntas sobre sus estudios, el Convento de San
Antonio de Padua, la ciudad y su familia
y su relación con la Iglesia.
Después lo acompaña al almuerzo sacerdotal.
Mariano Martí Estadella, el Obispo civilizador, logró cautivarlo, lo sorprendió
con sus palabras, sus modales y su alta ilustración y cultura, pero mucho más
cuando lo vio trabajar recopilando datos, estadísticas, inventarios, ordenando
y corrigiendo las fallas en los curatos, la arremetida contra los hacendados
maltratadores de indígenas, las relaciones matrimoniales incestuosas, los casos
de sadomasoquismo y la usura, es decir, se dispuso ordenar a las comunidades contra
el amancebamiento y el abandono de niños, en fin, Su Ilustrísima era otro tipo de Sacerdote, totalmente
distinto a lo que el joven Rosario había conocido en sus estudios y
acercamiento a la Iglesia. Era fascinante. “Paco” está absorto de las acciones
del Obispo, su clara mirada lo sigue en su gestos, movimientos. Pasan los
curas, sigue sus muecas, señas y reacciones, también los de los seminaristas genuflexos con sus misales en la
mano derecha en señal de demostrar que están presentes. Al percibir esos
atributos ejemplares, la autoridad y respeto que imprimía, sintetiza que ese es
el arquetipo de sacerdote que a él le gustaría ser, y le demostraba que la Iglesia
sí servía para proteger, mejorar y favorecer a la sociedad. Algo que también le llamó la
atención, fue que el Obispo Martín era fiel devoto de la Virgen María, en lo
que coincidía con él, y demostraría durante toda su vida el joven
Rosario.
El joven Francisco Antonio Rosario,
conoció en dicha visita al Secretario del Obispo, el criollo José Joaquín de
Soto, Notario de toda la Visita Pastoral, quien iba registrando la matrícula de
habitantes, el inventario del templo, los libros de bautismo, defunción y
mortuorio de cada curato.
Uno de sus más
antiguos biógrafos, el escritor Julio Febres Cordero, aportó en bonita prosa
este interesante pasaje de Francisco Antonio el
mozo, <<Chicuelo aún, Francisco Rosario, conoció al
ilustrísimo y reverendísimo señor Martí cuando este practicó su visita
pastoral. Las mulas cascabeleras, los numerosos y graves familiares del señor
Obispo, todo el granado sequito que lo acompañaba, traen memoria de los
pastores del Medioevo derramando bendiciones por los caminos fragosos y
reglando la vida de la comunidades en formación. Desde La Puerta al pie mismo
de los páramos, bordeando el rio rumoroso bajo cerradas arboledas, la comitiva
se dirigió hacia San Antonio de Timotes, hoy Mendoza Fría>> (Febres
Cordero, Julio. Biografía de Francisco
Rosario. Revista Nacional de la Cultura. Pág. 53 a 64. Temas 66-71.
Ministerio de Educación. Caracas. 1948). A partir de este mismo año, Trujillo pasó a la jurisdicción eclesiástica
de Mérida.
Este encuentro fue una de las grandes
enseñanzas que tuvo “Paco” en su vida, en su preocupación constante por los
problemas sociales aspirando a ser cura de almas, solo comparable en grandeza,
al que tendrá con el genio de la libertad en 1813.
(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.
omanrique761@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario