sábado, 30 de noviembre de 2024

"Moncho" Carrillo, decente funcionario judicial.

Por Oswaldo Manrique (*)

Hablar de “Moncho” Carrillo, es hablar de La Puerta urbana, la del segundo tramo del siglo XX, específicamente de su sector popular La Hoyada, del esfuerzo para convertirse en comunidad residencial,  transitando a la par del crecimiento comercial, hoteles, centros de esparcimiento, iglesia, sin embargo, allí se encontró la solidaridad vecinal, por mejorar a todos. 

“Moncho” Carrillo, es puertense de nacimiento, para que no haya dudas, vio luz por primera vez, en la casa familiar ubicada en la calle Páez, en la entrada del pueblo, ejemplo señero de este gentilicio.  De contextura menuda, amable, mirada atenta, serio, de carácter firme cuando amerita serlo, buen conversador, elegante, sin temor a las circunstancias. “Moncho”, entre sus vecinos es una persona ejemplar, quien desde su posición en el poder judicial, pudo colaborar efectivamente con su gente. 

Su nombre completo Eusebio Ramón Carrillo Gonzalez. Nació en La Puerta en 1950. Sus padres Eusebio Carrillo, oriundo de Timotes, y su madre Porcia González, nativa de La Puerta.  Su infancia transcurrió en La Puerta urbana.  Cuenta que siempre vivieron a la entrada del pueblo en la avenida Páez, y su padre era un especialista en hacer muros y pretiles de piedra, inclusive, hizo los de CAVEPA, empresa que está en el sector El Pozo, vía la Lagunita y los muros que están a la entrada del pueblo, también fueron obras de él. Su papá se dedico a eso, y de ese trabajo vivía su familia y se criaron sus hermanos.

Estudió en la escuela José Luis Faure Sabaut, aquí en la Parroquia y en su juventud trabajó en varios sitios como por ejemplo en la discoteca de La Araña, del señor Pepe Lozito, del cual dijo: <<cuando él se iba a trabajar por fuera, yo gerenciaba ese negocio, me dejaban a mí a cargo, porque él se iba para Puerto Cabello a trabajar. Un centro de entretenimiento como ese no había. Lo otro era el negocio de Gil Combita, el “Tropical”,  el Centro Familiar El Valle, de Elda Torres, la “Terraza Zulia” del señor Benito Sánchez, eran los negocios de la época>> (Conversación con Ramón Carrillo. La Puerta, Enero, 2023); sin duda, La Araña, marcó un hito en la historia del entretenimiento del occidente del país.

En la discoteca “La Araña”, estuvo desde que la crearon, hasta el año 1975, que <<es cuando me voy a trabajar al Tribunal>>. Nuevo trabajo, nuevas funciones.

¡Me las comeré sin caldo!

Su vida, está llena de serías y agradables anécdotas, en contraste con la dureza de su tierra.  Recuerda una de sus anécdotas de muchacho, en una oportunidad <<me tocaba llevarle el almuerzo a mi papá que estaba haciendo unos pretiles en La Maraquita, y para acortar camino me metí por una trocha, y tropecé y me caí con todo y olla que llevaba caraotas calientes, y visto que se me cayó todo, las recogí con todo y monte y así se las llevé a mi  papá. Cuando mi papá, ve aquello,  me dijo: - Moncho, si están secas. No me quedó otra que contarle lo que había pasado y me dijo: - Bueno ¡me las comeré sin caldo!>> (Conversación citada). Su padre Eusebio Carrillo, el esforzado pretilero, ejemplo de trabajo recio y tesonero, le imprimió esa enseñanza mayor, al mal tiempo buena cara, le formó el gran apego y amor por el trabajo, cuyo ejemplo le granjeó el reconocimiento y respeto de muchos de sus vecinos.

Su tiempo en tribunales.

El Secretario, como  servidor judicial de la ciudadanía, es importante para garantizar el acceso a la justicia, y la protección de los derechos que corresponden a las personas que acuden al tribunal en busca de solución a su conflicto. Sin embargo, es poco o nulo el reconocimiento que se les hace, durante sus funciones, y menos, cuando han salido jubilados del Poder Judicial. Para ellos, queda como satisfacción el trabajo bien realizado y su aporte al mejoramiento de la institución judicial.

Eusebio Ramón Carrillo Gonzalez. cronografia de este blog. 

De sus inicios en el poder judicial, relató que, <<yo tenía muy buena amistad con Ángel González Rivas “El Guayanés”, que en ese tiempo era directivo de la Junta Parroquial y vinculado al gobierno, y se presentó la oportunidad de que en el tribunal necesitaban un alguacil y el Guayanés, conversó con el doctor Bocaranda, que era el Juez y me incorporan a trabajar en el tribunal>> (Conversación citada).

El relato de Carrillo, señala que,  <<Como Secretario estaba el señor Florentino Rondón,  y cuando salió Florentino del tribunal, que se retira, pues  pasé yo a ser el Secretario, del tribunal de La Puerta, Tribunal de Municipio>>;  recuerda que cuando él ingresó, iba con desconocimiento de todo lo que era el campo jurídico, sin embargo, iba percibiendo día a día la forma de trabajar y los trámites, ayudando,  lo que le permitía ir formándose. 

Detallando  y con mucha relación con lo anterior, nos dice que, tuvo un tiempo  <<siguiendo lo que hacía el Secretario para poder formarme y tener conocimiento de cuáles eran las actividades importantes dentro del tribunal, así yo les colaboraba y aprendía a la vez>>. Conoció desde su incorporación en el año 1975 hasta el 2001 en que fue jubilado, a jueces <<como el doctor J.J. Bocaranda, que era de Boconó, pero era una persona que estaba notablemente formado en el campo jurídico, era admirable el conocimiento que tenía este doctor acerca del Derecho; era además de eso, un militante de izquierda porque le llegaba mucha información de publicaciones de Cuba y de la Unión Soviética. En aquel tiempo fueron también jueces de La Puerta, algunos suplentes como la doctora Carmen Villegas de Mazzei, la doctora Zoraida Otero, Héctor Picón, el doctor Jacobo Nava, que era el vecino nuestro, la doctora Reverol y la doctora Isaura Suárez>> (Conversación citada); esta última,  recordada por su práctica del Derecho Conciliatorio.

Se acuerda que, <<Era alguacil, para esa época Alfonso García, que era de la ciudad de Valera. Yo entré por casualidad como alguacil, porque “El Guayanés” era amigo del doctor Bocaranda y fue el que me hizo puente para llegar al cargo>> (Ídem); el “Guayanés” Ángel González Rivas, en aquel tiempo, dirigente político y social en La Puerta.  

En su comunidad y su sentido de pertenencia.

Ramón Carrillo, no esconde su predilección por el sector La Hoyada,  sus vecinos lo recuerdan como una persona solidaria, promotor y colaborador en las actividades comunitarias,  mención especial su quehacer en el campo de la cocina colectiva y recreativa. Recuerdan los opíparos almuerzos domingueros preparados por éste, en su casa en la Calle 2, por los años 80. En los paseos, la preparación de comilonas,  distinguía como Chef,  Moncho Carrillo, secretario del Tribunal de La Puerta, varias fotografías hemos publicado, en la que se observa echando algunos “chirganos” al caldero; acompañado de Enrique Paredes “Montero”, transportista por muchos años  en el Hotel Guadalupe; observando el firmamento el “zurdo” Martínez; Benito Suarez, el popular Guache, uno de los más dinámicos exponentes del tenis local. 

La camaradería de los jóvenes de La Hoyada, durante aquella época, era muy evidente. Programaban excursiones y paseos por los lugares más interesantes de nuestra comarca.  Fueron varios, los paseos colectivos, y la cocina al aire libre, en los empíricos fogones que se podían montar en La Lagunita, anteriormente bello lugar para esparcimiento y paseo, estimulando el buen uso del tiempo libre. Virtudes estas, que generan trato y comportamiento que mejora las actividades de la comunidad, y también resaltan en su vida.

“Moncho”,  como se le conoce afectivamente dentro de sus amigos en el pueblo, se casó con Drenny Montiel, con ella procreó tres hijos Rafael Ramón, que es ingeniero, Sheila y Virginia, que son educadoras. Dice con mucho orgullo, que tiene hasta el momento cinco nietos.

Se le preguntó a “Moncho” qué recuerdos buenos trae de aquella época a esta, contestó <<es difícil determinar porque el pueblo ha crecido mucho,  en ese tiempo era un pueblo muy pequeñito. En aquel tiempo vivíamos aislados los de aquí, pero fue creciendo violentamente, cuando los maracuchos descubrieron este clima y paisaje se llenó de buenas casas. La agricultura, se vivía de eso. Ahora hay trabajos mejores remunerados. Aquel tiempo de mucho atraso, los educadores y maestros se formaban de la noche a la mañana, eran autodidactas, pero no tenían ningún tipo de formación sistemática>> (Conversación citada); aislamiento y atraso.

Igualmente aprovechamos de preguntar su opinión sobre las perspectivas de esta comunidad, de esta parroquia y dijo: <<yo creo que a pesar de la situación como está, la gente ha sido golpeada y permanecen en sus propiedades, pero la situación es difícil>> (Ídem); su sentir, muy personal.

En este tiempo, es placentero recordar a este personaje, quien proporcionó vida y empuje colectivo a su lar nativo, marcadas por su humildad y honestidad, lo que le da mérito de personaje de nuestra historia local. El 27 de noviembre de 2024, “sin aviso y sin protesto” como dicen los abogados,  se fue el amigo  “Moncho”, a la infinita otredad. 

 (*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta.  


Galería de fotografías. 

En preparación de la comilona, sentados de izquierda a derecha, quien fingió ese día como Chef,  Monche Carrillo, secretario del Tribunal de La Puerta, echando algunos “chirganos” al caldero; atento Enrique Paredes “Montero”, transportista por muchos años  en el Hotel Guadalupe; observando el firmamento el “zurdo” Martínez; atrás, de lentes oscuros,  Benito Suarez, el popular Guache,  uno de los más dinámicos exponentes del tenis local.  Imágen colaboración del señor Norberto Sánchez. Cronografía N° 3701.



 La profesional de la enfermería,  Isbelia Delgado, con su esposo Norberto Sánchez, el popular Kiko, compadre de "Moncho",  saliendo de la casa de este, en la Calle 2 de La Puerta, luego de un opíparo almuerzo preparado por el mismo "Moncho" Carrillo; año 1980. Imagen cortesía  del señor Norberto Sánchez. Cronografía N° 3681.


La camaradería de los jóvenes de La Hoyada, durante aquella época, era muy evidente. Programaban excursiones y paseos por los lugares más interesantes de nuestra comarca. Esta grafica corresponde a una mañana de paseo colectivo, y la cocina al aire libre, en los empíricos fogones que se podían montar en La Lagunita, anteriormente bello lugar para esparcimiento y paseo.  Se puede ver, al maestro Ramón “Moncho” Carrillo, pendiente  del caldero;  honesto trabajador judicial, fue hasta su jubilación, Secretario titular del Tribunal de Municipio La Puerta; a la izquierda, su compadre Kiko Sánchez, enseñando la pistola de carnaval, y atrás, Benito Suarez, el popular “Guache”, cargando a su hijo Hansen, que tendría unos 3 años de edad.  Imágen cortesía del señor Norberto Sánchez. Cronografía N° 3698.


sábado, 16 de noviembre de 2024

Francisco Moreno y su ajicero de alto rango.

Por Oswaldo Manrique.

En nuestros pueblos andinos, hay personas que vemos a diario en las calles, mostrando sus productos y desarrollando su actividad comercial; son de espontánea conversación, que nos regocijan contando cómo y con qué los elaboran y además, relatando sus anécdotas, chistes y ocurrencias, su propia historia de vida. Son seres sencillos, cuyo oficio, cotidianidad, costumbres y espiritualidad, identifican lo que llamamos cultura local. Son personajes populares. Uno de ellos, es Francisco Moreno, el picantero de El Molino. 

Recuerda que siendo muy niño, en su pueblo natal Jajó, le llamaba la atención, el respeto y autoridad que daban los señores de uniforme, tanto militares como los funcionarios policiales. Siempre veía por las calles del histórico y rebelde Jajó, uniformados, con botas negras y brillantes, engorrados, transitándolas caminando o andando en bestias o en vehículos. En los actos en la Plaza, disfrutaba de los desfiles, y de la parada castrense, así se le fue metiendo la idea de querer ser militar. En efecto, adolescente abrazó la carrera de las armas. 

Su ajicero de alto rango.

Al ofrecerme en venta uno de sus atractivos frascos, le hable del ajicero indígena de “cuatro fieras del páramo en armonía”, de mi “Nona” Guadalupe de Rivas, y le comenté lo de los trucos de Adriano González León, aquel del frasco bocón de caramelos, los usados en las bodegas, para que se vieran más apetitoso los coroticos e <<imprescindible la tapa de corcho o madera para evitar la oxidación>>; asimismo, para el cuido de este exquisitez <<aunque se traicione la memoria ancestral trujillana, manténgase refrigerado>>, que según él escritor valerano y amante del ají, <<el tiempo ennoblece y le da la categoría de inmemorial>> (Adriano y su ajicero trujillano. En: historiasdesobremesa.wordpress.com), hermosa forma de describir el origen Timoto.

Mientras abre un frasco sobre el mostrador del negocio de Chinto Peñaloza, en La Puerta, para que perciba el aroma, Francisco me va diciendo: <<esto es de alto rango. Le echo verduras nuevas, frescas, vainitas, zanahoria, chayota, diablito y maguey, todo bien seleccionado>> (Conversación con Francisco Moreno. La Puerta. 9-11-2024), ingredientes que se pueden ver a través del frasco. Específica que, <<El maguey tiene que ser el de la mata de cocuiza, que llaman "cabuya", es diferente al otro. Le echo ramas, ajo, cebolla, perejil, el cilantro fraile>>, hizo hincapié en que el cilantro debe ser "fraile". Puedo dar fe, que el aspecto más que atrayente, es hechicero  y su aroma exquisito. 

Vendedor sin apuros, continúa explicando: <<Hasta un año puede durar este picante, porque está preparado con buenos ingredientes y cuidado. Este picante lo hago con yogurt sabroso que se lo compro a una señora colombiana en la avenida 16 de Valera>>; este ingrediente, mejora la culinaria tradicional y hasta el mestizaje. 

Para su cremosidad, nos dijo: <<también le echo suero de Monay, que es muy cremoso y ahí también compro el chirere "pajarito", ese que no tiene pepa, que es el más sabroso y es lo que hace diferente y sabroso este picante>>, son sus palabras.

La lenta elaboración casera.

Como si emulara el proceso, que dictó González León en su <<Código para un buen ají trujillano o manera de mejorar una madre>>, fue dando pautas. Cuando le pregunté cuántos produce a la semana, respondió: <<Así como lo ve en estos frascos, sacar este ají, lleva muchos días de preparación, un mes. Le puedo decir que de ese mes, 8 días son de puro aliño, es decir, de echarle paleta de madera a la preparación, para que quede como usted lo está viendo. Sí, esto es puro puro, de chirerito pajarito>>, esto lo dijo con mucho entusiasmo. 

La historia del picantero.

La historia de Francisco Moreno el picantero, se inició en Jajó el 9 de marzo de 1956, su padre Francisco Briceño,  trabajó en el Ministerio de Agricultura y Cría, muchos años y su madre Rita Moreno (nombre de artista de Hollywood), dedicada a levantar la familia, cuidar los hijos y atender la casa. Tuvo 11 hermanos (Conversación citada). Hizo sus estudios en la Escuela Pbro. Nicolás Matheus, que queda a dos cuadras de la plaza de Jajó, subiendo, al culminar aquí, empezó a buscar nuevos derroteros. 

Desde niño, le llamó la atención lo militar, el orden, la autoridad, y a los 16 años su mamá le tuvo que dar permiso para entrar a la escuela militar. Estuvo 7 años en la Guardia Nacional, en Copa de Oro, eso queda en el Táchira. Hizo su curso militar en la Escuela de Cordero, San Cristóbal. Sirvió en el Cuartel Delicias Ricaurte N° 11. Francisco con su esposa María Emiliana Espinoza, procrearon 14 hijos. Ella falleció.

Al salir de la Guardia Nacional, se vino a Trujillo y trabajó en la Línea de Transporte la 48, en Valera, <<porque yo había aprendido a manejar en el cuartel, manejé busetas entre ella una Titán de Argenis Carreño. Luego trabajé manejando una gandola en la Avícola Mi Pollo, allá en Santa Isabel,  ahí estuve 9 años y finalmente en la Alcaldía de Valera, donde trabajé 20 años y salí jubilado en el 2008>> (Conversación citada). 

Para el picante tiene que ser hecho por una sola mano.

En su amena conversación, dijo: <<Mientras estuve en San Cristóbal, hice cursos de preparación de ponches, comidas y uno, que no pensé me iba a servir en el futuro: el de hacer picante>>, que es su actual actividad económica. 

Vive en El Molino, cerca de La Puerta, y en la cocina que está al final de su casa, es donde produce sus exquisitos sabroseadores andinos, entre ellos el famoso picante de Francisco Moreno. Al despedirse, repitió su frase "para el picante tiene que ser hecho por una sola mano", que lo elabore una sola persona. Lo vende en envases de 250 gramos, medio kilo, un kilo y el galón de 4 kg. Lo comí y para mí paladar, es muy bueno. 

(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta

 omanrique761@gmail.com  


 

 

 

 

 

sábado, 9 de noviembre de 2024

Cuando Bernardino Silva “El Pinto” perdió El Garabato.

 Por Oswaldo Manrique (*)

En uno de los potreros del fértil Valle del Bomboy, a pocas leguas de Valera, por el viejo camino real, al ser observado por la peonada,  solitario y dedicado a la faena, lo desafiaron a pelear, se defendió como buen bregador,  unos golpes al comienzo y su contrincante en el cuerpo a cuerpo le sacó una respetable “marina”, y el muchacho que tenia escondida una navajita de trabajo, se la atravesó por el hombro al contrario, lo que lo hizo huir. Bernardino, demostró asi, su carácter bravío y violento. 

Arsenio el capataz del hato, que veía esto de lejos, echó un escupitajo de chimó, y le farfulló a uno de sus peones de confianza:

-         Póngale cuidao a ese pinto, que no es de fiar.

Unos cuantos años trabajó en “El Hatico” de  Mendoza, donde tuvo faena y lidió con cualquier clase de animales que allí criaban. Aprendió a montar, ensogar, cuidar y amaestrar bestias de carga y de monta, oficio en el que se hizo diestro. Recién llegado aquí en 1862, con apenas 15 años de edad, le tocó enfrentar a quien lo desafiaba a pelear, inclusive con los más fuertes que él; sin duda, en ese medio encontró amistades non sanctas, supo lo que significaba la vida entre capataces y peones del campo y las mismas bestias. En aquellos días, se apiadó de él un viejo peón de barba blanca y sucia, pantalón roto y descalzo, era “Cencerro”, cuidador de los pastizales, quien escuchó comentarios de venganza, y le recomendó:

-         Hijo, váyase de aquí, esto no es sitio pa’ usté.

-         ¿Viejo, pa’ onde me voy? Le preguntó:

-         Busque otro trabajo menos fiero y menos violento, pa’ que pueda seguir viviendo. Estas palabras le desentonaron el día, pero lo llevaron a reflexionar. Era hora de irse a otro lugar. 

El “Pinto” se fue a trabajar a la hacienda de los Terán Labastida en la Cañada de Mendoza, donde duró mucho tiempo bajo las órdenes de otro capataz, quien le avivó la malicia, la vida mundana, el juego, las mujeres y la vocación por la guerra. Aquí aprendió el manejo de las armas, a defenderse con el machete y a disparar, experticia y facultades que lo harían famoso y peligroso, entre las peonadas, dirigiéndolas e identificándose con ellas. 

Bernardino Silva, es uno de los aventureros más atrayentes de finales del siglo XIX trujillano. Hombre de montaña, de contextura fuerte, de orejas agudas, ojos profundos, boca ancha, largos y gruesos cabellos; era de esa clase de seres ermitaños, encerrado en sus predios y con los suyos, un mestizo, con  manchas blancas en la cara y los brazos, lo que le valía el apodo de "Pinto", aunque también le venía por su entrega total al momento de pelear. Dícese que era oriundo de un caserío ubicado entre el pueblo de Santa Ana y Boconó, nació aproximadamente en el año 1847, no faltó quien dijera que había llegado al mundo en Motatán, en uno de los vagones del mismo ferrocarril de La Ceiba. Lo había criado una indulgente señora, que además de fea no podía tener hijos y había recogido a varios niños entre ellos al “Pinto”.

Su corta historia puede encerrarse entre el día cuando apareció por primera vez en uno de los viejos hatos de ganado en el valle de Bomboy, que tuvo como hogar y centro de su aprendizaje de vida. Luego, su integración a los montoneros “Ponchos”; y finalmente, cuando en un grotesco hecho, perdió “El Garabato”. 

Bernardino Silva “El Pinto”, bandolero o rebelde con causa.

Su rostro magro, de mirada fuerte y amenazadora, daba más temor que las manchas de mal de zapa. A pesar de su hosquedad, un día de 1868,  se fue a vivir con una muchacha nativa de “Las Aletas”, y ocupa un lote de tierra impenetrable.  “El Garabato” que fue el nombre que le pusieron al lugar, de topografía irregular, intrincado el acceso, por su frondosa arboleda se creía que allí no se podía criar ni cultivar nada, se consideraba una especie de zona desconocida y fantasmal, un escondite lleno de muchos espantos,  mitos y leyendas.

Con el tiempo, se fue conformando una pequeña comunidad entre cafetales; ubicada al oeste de la antiquísima “Posesión San Pablo”, de los Terán Labastida, y de asentamientos cercanos como “Angostura” y el denominado “Otro Lado” donde había un trapiche, (Briceño Valero, 123),  tenía la ventaja que por senderos y trochas de la Quebrada de San Pablo,  la Serranía tiene salida a “El Mamón”, vía Escuque, también al Quebradón (Cucharito) y Castil de Reyna, múltiples senderos de escape.

Fue deforestando, sembrado su café y construyó su casa de familia, y también le sirvió para el lucrativo negocio de vender animales, sitio al que comenzaron a llamar en forma definitiva "El Garabato". Al ir creciendo la familia, también sus allegados, fueron levantando casas en los alrededores, siempre respetando la vivienda principal de los Silva, núcleo social del apartado lugar. No salía de estos predios, se sentía seguro allí, ante el latente estado de guerra que vivía la región y él formaba parte de ese vic vac, viviendo apasionadamente lo que le gusta a los andinos: la política.

El hecho de que se supiera que tenía tierra en aquella época, le daba dentro del Valle cierto respeto y solvencia, a pesar que su fama de feroz montonero iba por delante. De la lucha guerrillera siempre podía obtener algún pequeño saldo a su favor. Quizás por eso, se integró al grupo de caudillos locales Araujo y Baptistas, que propugnaban la defensa de la autonomía de la región, su derecho de pertenencia, el arraigo a su tierra, y descartó  adoptar las ideas liberales reivindicatorias e igualitarias tan de moda en el tiempo de su juventud.


 “Pinto” el rebelde y temido montonero de los “Ponchos”.

Era confiable y valioso debido a su relación con las poderosas familias Terán y Maldonado. Pertenecía al grupo del general Blas Briceño conocido como "el Chato" o el “Atila trujillano” y desempeñó un papel significativo en causas y victorias de los “Ponchos”. A finales del siglo XIX, el “Pinto” Silva participó como oficial bajo el liderazgo de los Generales Araujo y Baptista, quienes  dominaron hegemónicamente el poder político en los Andes. En 1892, también se alzó con los Baptista, contra el gobierno del doctor Andueza Palacio, en favor del general Crespo.

El 11 de mayo de 1898, Silva participó con los Burelli, Sandalio Ruz, Miguel Delgado, los Palomares, gente de La Puerta y de Mendoza en la toma de Valera, cuando lo del fraude electoral contra el “Mocho” Hernández. Muy amigo de “Calzones Negros” Palomares y del coronel Noé Matheus, que fue jefe civil de Valera en 1897, guerrilleros como él, rápidamente marcha hacia Motatán a reunirse con el general José Manuel Baptista, y se embarcaron en el ferrocarril para batir a machetazos en Sabana de Mendoza, a la tropa del gobierno liberal.

El  arrojo e intervención militar del “Pinto”  con su montonera siempre fueron decisivos en los triunfos de los “Ponchos”. Para él, el mando en Trujillo solo se entendía y aceptaba cuando estaban los “godos” gobernando. Él había hecho juramento de lealtad con ellos.


Recordando el triunfo en Jajó y la descomunal derrota  de  La Mocotí. La segunda paliza que reciben  los “Ponchos” en Jajó.

Cuando ya se ven derrotados y ordenan el "sálvese quien pueda" Silva se fue por la vía del rio Motatán. Refiere el general Perfecto Crespo en sus memorias que  a la altura de la Quebrada de Cuevas,  tiene un encuentro con unos muchachos "nos hicimos unos tiros con una guerrilla fugitiva del célebre Pinto" (Crespo 55); fue en horas de la tarde del mismo 6 de junio de 1898.

Después de esta nueva derrota en Jajó, "Calzones Negros" Palomares había huido hacia el Paramo de Siete Lagunas; sin embargo, lo fue a visitar en la casa. Lo saludó y preguntó:

 - ¿Cómo está el amigo “Pinto”? Este le respondió: 

- ¡Aquí con las manos yertas y los pies como una barra! A buena hora llegás, “Calzones Negros”. Se dieron la mano, sonrieron y entraron a la sala.

- Tarde pero segura la visita pa’ los amigos, aunque ando a “mata mula”, sin descanso. Al caminar, el anfitrión le dice:

- Un “mangas miada” lagartija, me dijo que vos estabas “bajo sombra”. Se carcajearon.  Ambos rememoraron las anécdotas y aflicciones de las dos batallas, la del 92 y la reciente de 1898, que consideró injustificada. Avanzada la conversa, “Calzones Negros” le confiesa que va a "saltar la talanquera": 

- Yo no voy a seguir detrás de los Araujeros, me voy sumar a la tropa del “Tigre de Guaitó”, conversé con él y voy con el grado de oficial y en su Estado Mayor.

- ¿Calzones y qué bicho le picó para ese cambio tan violento y a estas alturas? Palomares le respondió:  

- El general Rafael Montilla Petaquero, se va de campaña y me invitó a unirme a las tropas liberales. Lo cierto fue que aquel, le dio la opción de sumarse a su ejército, para no mandarlo a fusilar por los daños y saqueos a los hacendados liberales; este “Montillero” murió a los pocos años en combate en Los Cascajos, cerca de Carora.  El “Pinto” quedó sorprendido por el cambio del amigo y le dijo: 

- A mi me dio muy mala espina, que el “Chatico” desafiara al ”Tigre”. Con esa derrota en La Mocotí, después de haber ganado en Jajó, fue un terrible descalabro para nosotros que expusimos el pecho en batalla. 

- ¡A mí también! No fuimos a echar pulso, fuimos a machetear cabezas. Fue la respuesta que le dio "Calzones Negros" Palomares.

- Pues yo no pienso saltar la talanquera, a fin de cuentas ya el gobierno me declaró enemigo público.  

- Eso se le respeta “Pinto”.

- Bueno, ya no hay remedio en mi caso; “Calzones”, a lo hecho pecho, aunque nos equivoquemos, debemos correr con las consecuencias.

Las  inoficiosas diferencias internas en los partidos políticos (Ponchos y Lagartijos), familiares y parentales, torcían e infectaban de discordia cualquier ideal o reivindicación justiciera, sobre todo cuando enarbolaban la bandera aquella de la “democracia y el pueblo”.

Lo que también era cierto es que, al “Pinto” andando con el “Chato” Briceño, le había ido bien, lo enseñaron a pelear, táctica  en combate y al final de cada una de las batallas lo permisaban para tomar ganados, muebles y lo coronaban con el producto del saqueo de los bienes de los perdedores. Con los “Ponchos” le fue muy bien económicamente y podía sostener su propia guerrilla, que lo convirtió en un hombre de poder y de respeto por terror, que para cualquier conspiración, levantamiento o revuelta armada siempre había que tomarlo en cuenta. Eran los tiempos y prácticas de los caudillos andinos. 

Enfrenta con su tropa, la dulce revancha liberal. 

Desde que sucedió la batalla de Jajó, la población varonil había emigrado hacia otros lugares de la República, inclusive a Colombia, esta situación animó a todo aquel liberal o amigo de liberales o parientes que habían perdido animales y valores en esas marchas y saqueos del “Chatico” Briceño obligándolos a formarse en grupos y montoneras a fin de recobrar en las tierras del Chatico y sus copartidarios donde  <<la voz pública afirmaba que se encontraban abandonados y que el “Chatico” los disfrutaba y disponía de ellos cínica y tranquilamente como si fueran bienes adquiridos legalmente>> (Gabaldón, 120). Se organizaron grupos armados para la revancha, en varios lugares del Estado.

Como todo montonero, rezaba mucho antes de salir en jornada de guerra. “El Pinto”, no era un hombre común.  Terrible presagio, fue el que le produjo su participación en la batalla de Jajó, donde el “Tigre Montilla” le dio hasta con el chucho en la cabeza al “Atila” trujillano. Para colmo, en la precipitada huida tuvo que echarse plomo con un grupo de jóvenes liberales de Valera, comandado por un muchachito de nombre Perfecto Crespo, que a los pocos años sería flamante general liberal y lo incluiría en sus memorias. “El Pinto” seguiría en sus actividades insurreccionales, ahora como defensor armado contra las arbitrariedades y saqueos de los “Lagartijos”, que venían a recuperar sus bienes y algo más. Su camándula, su bestia aperada, su armamento y demás objetos de campaña. 

Los contrarios, hacendados también, se organizaron, para enfrentar a los revancheros,  <<de donde resultó que, en la cañada de Mendoza Fría y en las riveras del Río Motatán, se apostaron grupos para impedir la realización de la revancha y para matar y atacar a los expedicionarios que se expusieran a su certera puntería. Una de las agrupaciones dichas la capitaneaban los Palomares y la otra, el feroz y terrible Pinto, sobreviniendo escaramuzas de donde resultaron muchas muertes y la subsiguiente zozobra y desgracia del lugar, pues en estos choques no se repararon medios para conseguir los fines>> (Gabaldón, 121).  Según este párrafo, la fama del “Pinto”, en opinión de los “Lagartijas”, era de bandolero, intolerable y de gran dureza.

Al Pinto, lo despachan en El Garabato.  ¡Qué noche tan cruel! 

Supersticioso, pensaba que vendría otro combate final, los “Ponchos” no se quedarían mucho tiempo mascullando la derrota y fuera del poder. Estaba predestinado para morir en combate. Al retirarse las fuerzas vencedoras en Jajó, quedó al mando del Distrito Valera el general Emilio Rivas,  quien comenzó la persecución de los enemigos “Ponchos”. Lo primero que hizo fue llamar al coronel Rivas, no eran familia, y cuando estuvo en el Despacho, habló de las andadas del “Pinto” y le ordenó:

- Coronel necesito que acabe con esa rabia. El otro Rivas, salió a cumplir la orden de su superior. La oficialidad subalterna del general Rivas, estaba integrada por Pablo Emilio Manzanilla, Antonio Rivas, José Miliani, Justo Cadenas, Justo Malavé, Juan Terán, Ramón Rangel y José Antonio Rivas.

La comisión designada por el general Emilio Rivas, le  montó un cerco y una emboscada alrededor de la casa donde se encontraba. Crespo testigo de estos hechos, en su memorial escribió que este, <<envió al coronel Rivas a una comisión al Garabato y cercaron la casa donde estaba escondido Bernardino Silva con algunos compañeros y sus hijos; al dárseles voces de que abrieran la puerta, contestaron con tiros. De aquella refriega resultó herido gravemente el coronel Rivas, quien murió allí mismo y también un hijo del Pinto. Al fin desocuparon la casa y al salir fue reducida a cenizas. ¡Cosas de la guerra!>> (Crespo, 57).  Bernardino Silva vendió cara su vida, cazó al cazador antes de morir, pero  abusando de la fuerza sus enemigos, le destruyeron “El Garabato” objetivo de sus sueños.

Al llamarlo a rendición, jamás pensó en entregarse, y los hijos y sus compañeros estaban decididos a todo, y se echaron plomo con la comisión del gobierno. Les gritó desafiante:

-         ¡Vengan por mí, babosas “lagartijas”!

“El Pinto” se batió a tiros, se molestó más cuando vio caer herido de bala a uno de sus hijos, y recibiendo varios disparos en distintas partes de su cuerpo, les volvió a gritar:

-         ¡Viva el general Araujo y los “Ponchos”, Carajo!  Siguió disparando hasta dar el último sacudimiento y desplomarse.

Uno de los de la Comisión, al ver al coronel Rivas tendido en el suelo,  se tocaba con cierto nerviosismo el bigote,  pensando:

- Pobrecito mi Coronel, le salió el tiro por la culata.  Seguido a la acción de crueldad de los militares del gobierno, el cuadro que dejaron era macabro y sangriento.

Fabricio Gabaldon, en su testimonio sobre esos hechos, explica que los gobernantes liberales generales Espíritu Santos Morales y Rafael González  Pacheco, permitieron dichas prácticas y solo deseaban <<la captura del Pinto y los Palomares para que quedara sosegado y garantizado el lugar, tal como se lo imponían sus deberes de mandatarios; al fin se logró con la muerte que le ocasionaron al Pinto y a sus hijos, desarrollando y poniendo en práctica para ello, como si se tratara de la casa de un animal ladino y feroz, un plan que les dio los resultados que aspiraron>> (Gabaldón, 121) . Esa fatídica noche, la sombra estiró sus alones, en aquel lugar dejó muertos, ruinas y cenizas de casas, montones de ceniza, que solo merodeaban perros hambrientos, buscando despojos de aquella atroz carnicería. “El Garabato”, lo convirtieron en un camposanto sin epitafios ni explicaciones.

Siempre anduvo armado, alerta para lo que se le presentara, de franela y calzones cortos, en la montaña no le faltaba su poncho oscuro y en el cuello un pañuelo colorado. La noche que lo sorprendieron, recibió varios impactos de bala en su cuerpo, uno, dos, tres, muchos, parecía que lo iban destrizando desde su interior, sus piernas se estremecían de dolor, comenzó a tambalearse en silencio y, por fin, se desplomó, seguía agónico, sin quejarse. ¡Lo habían masacrado!

¡Qué dramática estampa! Tirado en el lodazal. Resultado de la crueldad política de aquel momento. Sí, era “El Pinto”: ¡qué yacía detrás de una arboleda, aunque en la desdicha, se le vio eufórico y digno al vender cara su muerte, asi mismo, se le vio en batalla, ¡conocible! Después de un último intento por levantar y disparar su arma, quedó inerte y silencioso. Al amanecer, vecinos y niños que fueron acercándose hicieron rondas fúnebres, lo vieron con gran tristeza, lo conocieron y respetaron como colaborador, amigo, trabajador, una señora que fue con su hijo pequeño, como si fueran compañeros de desgracia, persignándose, murmuró:

-¡Ah pecao, como mataron al  Pinto!

Años después quedaba en el olvido, en aquel hermoso valle, los recuerdos de los alborotos y revueltas, que dieron lustre al nombre de Bernardino Silva, mejor conocido como “El Pinto”.

*

Uno de los temas representativos de la historia social y de la ruralidad andina en el siglo XIX, lo fue el caudillismo local, con sus montoneras, que muchas veces hacían justicia por sus propias manos, guiados por sus propios códigos, a quienes se les llamó bandoleros, forajidos o salteadores de caminos o alzados, sin embargo, su guerrilla encarnaba una respuesta o reacción de carácter política conservadora, de estos campesinos contra la arbitrariedad de los gobernantes “Lagartijos”.

Bernardino Silva “El Pinto” fue un rebelde, figura clave a rescatar y visibilizar que se alzó guiado por sus resumidos ideales: defender sus bienes y la propiedad privada, defender la autonomía de su Provincia, mermada con los cambios de gobierno, y la defensa de su Patria.

(*) Portador Patrimonial Historico y Cultral de La Puerta.

omanrique761@gmail.com 


sábado, 2 de noviembre de 2024

Pablito Villarreal y su testimonio ante el olvido.

Por Oswaldo Manrique (*)

El olvido está lleno de memoria, apuntó Mario Benedetti, a los advertidos. Uno de los elementos interesantes y complejos de los pueblos en el disfrute de su identidad, es el derecho que tienen a interpretar y expresar su historia, a reconstruir su memoria desde su gente, de la de a pie, sencilla y diáfana, a través del diálogo jorungador, eso que conocemos aquí como “alegar sabroso”, cargado de gracia, de humor. Hay personas en nuestros pueblos andinos, en los alrededores de su Plaza Bolívar, a quienes se les reconoce esa cualidad y capacidad de recordación de los hechos, sitios, personajes y saberes de su localidad, incluso, siempre en disposición de atender a sus vecinos y a los visitantes en sus requerimientos de información, son una especie de guías de lugares, conocedores de esa realidad, que impiden sean condenados al olvido. Están aquilatados, difícil dudar hasta de sus dichos alegres, porque toda su vida la han pasado en el pueblo al que pertenecen. 

Uno de ellos, que goza de la virtud de la narración popular y de humor de La Puerta, es Pablo Villarreal conocido por todos como “Pablito”. Mi interés al acercarme a la historia urbana, a la historia de la Plaza, es obtener y compartir la historia sencilla popular y campesina, a través de las remembranzas de uno de sus iguales, de los de ellos, desde sus propias experiencias de vida; en nuestra conversación aunque llevaba un orden establecido, el interlocutor espontáneamente en el transcurso de ella, lo fue interrumpiendo por el flujo espontaneo de sus recuerdos, una anécdota, una circunstancia graciosa y finalmente cambiando. Fueron muchas historias, hechos y personajes para una sola tanda.

Cuando me vio llegar, con lápiz y papel en la mano, tenía cara de alegría porque ya tenía previsto narrarme la historia que seguramente él pensaba que le iba a preguntar: las de hechos y personajes de nuestro querido Páramo de La Puerta. Pero se sorprendió, cuando le comencé a pedir sus datos biográficos, su información de vida y esto le hizo mover el entrecejo y enserió. 

Pablo Antonio Villarreal Paredes, que es su nombre completo,  nació en el Páramo de la Media Loma, jurisdicción de la parroquia La Puerta, estado Trujillo, el 10 de diciembre de 1954, allí en el Sector Las Aguaditas <<en unas casas de paja,  donde vivían los Villarreal por muchos años. Hice mis estudios primarios en la escuelita que tenía el maestro Paulino, cerca de La Popa, donde Marta Briceño, la mamá del doctor Troconis, el famoso oftalmólogo trujillano>> (Conversación con Pablo Villarreal, La Puerta, 25 agosto 2023). Cuando bajó de la montaña, lo hizo para continuar los estudios, en la escuela José Luis Faure Sabaut; llegó a vivir al área urbana de La Puerta, donde fijó definitivamente su residencia en la misma casa que sigue ocupando hoy, ubicada frente a la Prefectura, en la esquina de la Calle 7 con avenida Páez, sitio al que llaman la esquina o el negocio "Donde Pablito". 

El hombre, buen conversador, servicial, culto, educado, desde su llegada se fue ganando la estimación de la comunidad y desde entonces, se le ha considerado buen vecino y ciudadano por sus méritos personales. Con una memoria privilegiada, siempre está presto a testimoniar sobre la historia contemporánea de esta localidad y particularmente la del entorno de la Plaza Bolívar, que ha vivido a cabalidad por más de medio siglo.  Luego de eso, retomó el regocijo cuando comencé a preguntarle sobre “Mano Chico” su padre, sobre la casa donde vive, pero él de una vez con aquella facilidad que tiene el buen conversador fue insertando expresiones muy particulares de personajes, y narrándome una a una con especificidades sus pequeñas biografías, así como hechos tan interesantes,  que no se le pierde a la conversación, nada, en forma alguna.

El negocio de comestibles y otros rubros mercantiles que ahí hubo, fue establecido por su padre Francisco Villarreal y su madre Baldomera, en el que se podía adquirir cualquier elemento necesario para la agricultura o de utilidad para las familias, debido a que "Mano Chico", también comerciante, era agricultor.  "Mano Chico" que ese era el tratamiento que le dieron sus familiares, amigos y clientes al padre de “Pablito”, no le gustaba vivir en el pueblo, siempre vivió en el páramo de La Puerta, allá en "Piedras Negras" y solo por razones de salud o sea por necesidad de atención médica, bajaba a vivir al pueblo.  Considerado una persona a quien consultar, tanto por sus recursos económicos, como por su experiencia, lo requería su gente del Páramo para que los aconsejara para tomar alguna decisión de importancia, personal o familiar o también para guiarse en una negociación o transacción. Siendo útil, figuró en asociaciones de carácter cívico y en pro de favorecer a la comunidad de La Puerta en aquellos tiempos. 

Tras una enfermedad, falleció el día 23 marzo 1982, a los 73 años de edad. Su esposa Baldomera Paredes lo sobrevivió y murió el 1° agosto 1992, con 85 años de edad. (Conversación con Pablo Villarreal. La Puerta, 25 de agosto del 2023).

*

En los antiguos exhibidores hechos de ruda madera paramera, hay botellas y envases de vidrio ya en desuso, y el mostrador también de madera, está ocupado hoy por viejos y nalgudos televisores y algunos electrodomésticos, piezas usadas y repuestos, y su gato negro. La otra pared, de fuerte tapial, atiborrada de carteles de propaganda, viejos calendarios y hasta reseñas y fotografías de personajes de este pueblo. Cuando le preguntan ¿Cómo era fulano? Él le enseña la foto, y le dice: - ¡véalo ahí! 

Recordó que su padre le dejó una enseñanza, muy fundamental para su vida, <<me dijo: - Si usted le trabaja a otro por un sueldo no está haciendo nada, usted tiene que trabajar para lograr y hacer lo suyo propio, esa es la ley de la vida y así, aceptando esa enseñanza he llevado mi vida, lo mío es mío lo que he podido lograr>>. 

Al explicar que el primero de los Villarreal de su familia en esta comarca fue Francisco Villarreal (abuelo), quién había sido desalojado de Palmira, estado Mérida, por las fuerzas tachirenses, de ahí se fue obligado a Piñango, y con su esposa Casimira Hoyos, se estableció en los páramos de La Puerta. Describe Pablo que, <<las casitas donde vivían eran de techo de paja y paredes de bahareque, de carruso y barro, eran propiedad de Abdón Lamus, quién pasaba cobrando arriendo. Un día pasó a cobrar, y mi papá le propuso comprarle y le vendió la finca "Piedras Blancas", a mi  papá Francisco Villarreal y a mi mamá Baldomera Paredes de Villarreal, ese negocio se hizo con monedas de plata blanca>> (Conversación citada).

La antañona casa de las 4 puertas.

Una de las más viejas casas de La Puerta, es la que está cercana a la plaza Bolívar, en el lindero Norte de la Prefectura.  Se calcula que pudiese tener más de 80 años de construida, incluida la sala o local comercial y su estantería, que es de sólida madera. De paredes de gruesos tapiales, aún conserva su estilo arquitectónico y construcción andinos. Es la casa de Pablo Villarreal, ahí tiene su negocio de arreglo de electrodomésticos.

Recuerda Pablo que, Rafael Villarreal y su hermano Urbano, que no eran su familia, provenían de Valeralta, y fue el comerciante que por los años 40,  <<construyó la casa de cuatro puertas, frente a la Prefectura de La Puerta en la avenida Páez, allí inició sus negocios; le fue tan bien, que a pocos metros, pasando el río Bomboy, estableció un centro de acopio. Tenía la ventaja que le compraba las cosechas completas de papa, a los agricultores del Páramo>>. En esa época una carga de papá de 92 kilogramos la vendían en 80 Bolívares aproximadamente. Urbano, era el suegro de Gil Combita, que tenía negocio: el “Tropical”, cerca de la casa de Laura Sulbarán  (Ave Bolívar con Calle 3).       

Su fachada este o frente, da con la calle Páez, por el oeste, con el río Bomboy, y se pueden ver los dos cementerios y el sector Pueblo Nuevo, en la carretera trasandina. Según “Pablito” Villarreal, << la madera de las puertas, la llevó Concio Rivas "el Cantor de las Siete Lagunas" que era aserrador y la sacó del "Riñón del Páramo">>; este, también construyó el muro de concreto que sostiene y protege dicha casa, en la bajada del río; aquí era el descansadero y comedero de las bestias de carga que bajaban del paramo con productos agrícolas.

Benito Rivas recuerda que la casa de las 4 puertas en <<la parte de abajo, especie de sótano era como un depósito, donde llegaba gran parte de la producción de papa y hortalizas del Páramo>> (Rivas). Fue construida en los años 40, al parecer fue propiedad del padre Verde. Existe una fotografía de ese tiempo, donde se puede observar que no existía el edificio de la Prefectura. 

Pablito y los pobladores de las adyacencias de la Plaza.

En su relato familiar, Villarreal indicó que, <<del páramo de Piedras Blancas lo que sembraban lo llevaban a vender a Monte Carmelo era fácil llegar allá y de ahí Agua Viva y Maracaibo, a los dos días volvían a subir, con dinero y con las compras, los comestibles, el pescado y el plátano>> (Conversación con Pablo Villarreal, 25 agosto 2023); era mas práctico por el camino llegar al Lago, que a Valera.

Agregó: <<mi  papá me decía que los terratenientes del pueblo en aquellos tiempos, principio del siglo XX, eran Felipe Viera, el viejo Ciriaco Carrasquero, Antonio González “el quemado”, su compa Audón Lamus y uno de apellido Viloria>> (Ídem); coinciden en parte con el censo de 1929, Geografía General de Venezuela, del francés Bennet. 

Se acuerda que en 1967, abandonó la Serranía y se vino a vivir a La Puerta, a estudiar, <<Antes de que mi padre tomara las riendas de este local, aquí estuvo el negocio de víveres de Rogelio Torres, luego Pedro Rondón y Emiliano Rodríguez, que también eran gente del Páramo>> (Ídem); se refiere a la casa de las 4 puertas.

En su arsenal de información histórica, nos da una panorámica del comercio del centro del pueblo,  <<en la otra esquina estaba la casa de Pedro Villegas (frente a la casa de las 4 puertas), hermano de Carracciolo Villegas. Este Pedro dejó 18 hijos>>. Pedro Villegas montó un negocio de víveres, <<llegó con su hermano Carracciolo Villegas que se casó con Matilde Rivas de Villegas, hermana de Concio Rivas y procrearon a varios hijos entre ellos Filadelfo Villegas, a quien se reconoce como el dinámico promotor de la carretera de La Lagunita y también la del Páramo de los Torres en 1983; y se casó con la primera maestra de La Lagunita doña Amparo Pacheco, quien venía de Monte Carmelo, hija del señor  Pánfilo Artigas. Luego en este local se estableció la casa comercial de Don Carmen Matheus, que era oriundo de la Mesa del Palmar, Municipio Monte Carmelo y se vino con sus hermanos Francisco “Chico”,  Juan y Rosa>> (Ídem); familias que se han mantenido en la Parroquia.

¡Ahí vienen los bachilleres!

Pablito y su padre, han sido testigos de asentamientos importantes de familias campesinas muy respetables, venidas de otras partes del Estado. Una de las historias que le fluye con facilidad a Pablito, es la de la familia Ramírez, que pasó la misma tragedia de despojo de sus tierras que los Villarreal,  al señalar que de los primeros siete apellidos que se avecindaron en aquella época en los páramos de La Puerta, está el matrimonio conformado por Pedro Ramírez y Teresa Terán y sus hijos, quienes vivían en las Mesitas de Niquitao.

Hábil en eso de los incisos anecdóticos, contó que en una oportunidad, estaban en la casa de esta familia y observan que <<iban en esa dirección, varias personas, y le dicen al viejo Pedro: - ahí vienen los bachilleres, sí, son los bachilleres. El viejo inmediatamente se movió a preparar todo para recibirlos, le dijo a una de las muchachas que montara café, cuando al rato llega la gente, resulta que eran los mismos hijos de él, a quienes le decían "los bachilleres", no por estudiosos sino por los labiosos que eran>>; al sorprendido Pedro, hombre trabajador, no le quedó más remedio que callar y sonreír.

De José Rafael Abreu y el Dr. Truzkoski.

Una de las jocosas anécdotas que contó Pablito, es la siguiente: <<en una oportunidad José Rafael Abreu, el hacendado que publicó el librito “La Puerta un pueblo”, le hizo una invitación a Truzkoski, el doctor de la Medicatura, que era su médico de familia, a quien consultaba a menudo por cualquier dolencia, al doctor le tocaba a veces ir a su casa para revisarlo. Un día lo invitó a almorzar y el doctor aceptó. Ese mediodía, el doctor se fue detrás de Abreu que tenía fama de ser muy "hueso", y paró y entró en una bodega. Abreu compró una lata de “Diablito” para untar  y unas galletas de soda. El doctor le preguntó ¿y esto es lo que vamos a almorzar? Abreu le respondió: - Yo lo invité a comer. Aquí está la comida>>. El doctor no lo vio más en su consulta médica. 

Una de las del Taita Sandalio Ruz.

Como si tuviera los relatos computarizados, recordó fácilmente un hecho histórico de armas, que le contó “Mano Chico” su papá, que se dio en La Lagunita, antes de la dictadura gomecista, dijo: <<Un día las fuerzas liberales  planearon capturar de sorpresa, al coronel Sandalio Ruz, para eso enviaron al general José Abad Paredes. El hijo de este general aún vive en Maracaibo. Mucha "gente de caballo" llegó a La Lagunita y se dispersaron en varios flancos, para cercar y capturar al coronel en sus propios predios; todo el despliegue anduvo bien, cuando iban a arremeter contra el Coronel, de pronto comenzaron a llegar los montoneros del "Taita" Sandalio, y se fajaron a echarse plomo. Luego de horas de estar disparando de parte y parte, el general José Abad viendo que no podía avanzar, decidió llamar a retirada y se fue a sus cuarteles>> (Conversación con Pablo Villarreal, 25 agosto 2023). Todos se preguntaron en el pueblo: ¿y cómo se comunicaron los adeptos guerrilleros, para ir defender al Coronel?  No se supo ni se sabe.

El general Paredes <<No pudo hacer nada y se mantuvo la leyenda de que a Sandalio lo escondían fuerzas especiales y espirituales>> (Ídem); una de tantas del legendario coronel Sandalio Ruz, contadas por Villarreal.  

Pablo Villarreal, es sin duda, un cronista popular,  el de la "Esquina de Pablito", “Pablito" el de la Plaza, “Pablito" el de la casa de las 4 puertas, ahí, frente al edificio de la Prefectura de La Puerta, estado Trujillo, los que no han conversado con él, se lo pierden.  Sea este un merecido reconocimiento, para este útil y pintoresco personaje conocido por todos y apreciado en nuestra comunidad puertense.

(*) Portador Patrimonial Historico y Cultural de La Puerta. 

omanrique761@gmail.com

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