Oswaldo Manrique Ramírez.
<< ¡Qué tontos y qué malvados son
todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso de mi vida pública he desplegado
mas política, mas ardid diplomático, que en aquella importante ocasión; y en
esto, puedo decirle sin vanidad, creo que ganaba al general Morillo, así como
le había ganado en casi todas sus operaciones militares>> (Bolívar a Perú
Lacroix, refiriéndose a la jornada de 1820, en Trujillo).
Bolívar, <<seguido
de regimientos escogidos, salió de Cúcuta y en veloz ofensiva, que mucho
recuerda la de 1813, se apoderó el 7 de octubre de la ciudad de
Trujillo>> (Liévano Aguirre: 14). Esto indica que, venia de
Timotes, subió por la Cuesta de la Mucutí, continuó su marcha por el Páramo de
las Siete Lagunas, no entró a los que es hoy el área urbana de La Puerta, siguió hasta bajar por La Mocojó, llegó a la Cañada
Mendoza y entró a la residencia de los Labastida, donde fue recibido por la
patriota Asunción Vetancourt viuda de Labastida Briceño y por su familia. Había
llegado a la Hacienda San Francisco, propiedad del representante de La Puerta,
en la Constituyente de 1811, Dr. Francisco Antonio Labastida Briceño y Fernández,
quien había muerto en el mismo año 1813, pocos meses después de Bolívar haberse
reunido con él, y alojado en esa casa. Este Labastida, era conocido en el foro político
como <<El Provincialista>>, hombre ilustrado, doctor en derecho
civil, poliglota, fue varias veces teniente de gobernador, a él se debe como
líder de los mantuanos, que Trujillo se haya incorporado al movimiento independentista.
También fue hacendado progresista, propietario de tierras desde la hacienda El Pozo, hasta el Llano de San Pedro, en La Puerta. Bolívar lo apreciaba, le reconocía sus méritos, y lo contaba entre sus amigos fraternos, al igual que a su esposa doña Asunción, quien asumió con pasión la lucha emancipadora. Ambos eran primos del coronel Antonio Nicolás Briceño “El Diablo”, fusilado en 1813 y del líder de los pardos, coronel Francisco Javier Briceño, caído en batalla en la campaña de José Antonio Páez, por los llanos venezolanos. En dicha casa, además de conversar con su dueña sobre sus propósitos de dirigir de cerca las negociaciones del armisticio entre los representantes imperiales y los republicanos, cenaría y posteriormente pernoctaría, para retomar la marcha al día siguiente.
Este mes de Octubre
de 2020, precisamente el 6 de este mes y año, se cumplen 200 años, del 2° paso
de Bolívar por La Puerta, ya no marchaba aceleradamente movido por la necesidad
de llegar triunfante y de primero a la capital de la República, sujeto a la
poca tropa y la escasez de recursos; ahora, la situación era otra, la Tercera División
realista al mando de Miguel de La Torre, pasó huyendo desde Mérida, inclusive,
el Obispo realista y otros clérigos, se fueron en rápido desplazamiento, por el
Puerto de Moporo, hacia Maracaibo, bastión imperial. El Libertador, llegaba a
Trujillo, a negociar un tratado de armisticio y otro, dedicado a la regularización
de la guerra.
Al ingresar a
tierras trujillanas, por la población de
La Puerta, comenzó a observar la lamentable situación de miseria y desolación
de esta Provincia andina, que lo impactó intensamente, <<donde la guerra a muerte
había tenido sus mas bárbaros desarrollos, el hambre y el empobrecimiento
florecían con fecundidad tropical…padres y hermanos, hijos y madres, estaban divididos
por terribles odios…la sociedad había regresado a legendarias épocas primitivas>>
(Liévano Aguirre: 14); este cuadro económico- social, estaba dispuesto a darle
termino.
En efecto, el 7 de
octubre 1820, se había apoderado de Trujillo, había salido de Cúcuta. El
profesor Ubaldo García, apasionado estudioso del Libertador, relató en uno de
sus audios, lo siguiente: <<muy de mañana, se puso en marcha
desde Mendoza población del valle del río Bomboy más arriba de Valera, donde
había pernoctado venia, envuelto en el iris de la paz pero dispuesto para la
guerra por la liberación americana>>. A partir de su llegada, se desarrolló con
total eficacia, su plan en favor de la regularización de la guerra y por echar
las bases para la paz.
Estando en Trujillo, envió nueva carta a Morillo, fechada el 26 de octubre de
1820 y <<Le propone un armisticio por seis meses, que cada ejército ocupe las
posiciones que tenga para el momento del Tratado y para facilitar decisiones
sugiere una línea divisoria en Maracaibo, Apure, Oriente y Cartagena y sin
dejar de mantener abierta la posibilidad de negociar. Morillo recibe esa carta
y contesta desde Barquisimeto, casi enseguida, aceptando seguir la negociación>> (Polanco
Alcántara, Tomas. Simón Bolívar: Ensayo
de una interpretación biográfica a través de sus cartas. Págs. 402 a 412.
Biblioteca Digital Andina). Así, su plan estaba en angustiante y pleno desarrollo.
Los delegados avanzaban en sus
deliberaciones. El general y Conde de Cartagena, don Pablo Morillo, aunque se
sentía preocupado por los movimientos militares que Bolívar estaba ordenando,
no suspendió el viaje de los negociadores, pero en su informe a España estima
que esas medidas suponían actos de deslealtad, consideraba que ganando tiempo, podían
llegarle refuerzos desde España.
El Libertador, a pesar de todas las vicisitudes
que se presentan en una negociación de este calibre y en medio de una confrontación
bélica, inclusive, edulcorada con los señalamientos dados por Morillo sobre los
movimientos militares del ejército republicano, que suponían "perfidia,
odio y mala fe", su preocupación por lograr éxito en esta negociación era
de fundamental importancia, para la independencia y para la paz.. Esto absorbe tanto
a Bolívar que escribe a Santander, lo siguiente: <<Muchas cosas he dejado de
contestar en estos días particularmente porque he estado algo malo y luego
porque tengo la cabeza llena de ideas pacíficas y militares que me atormentan
noche y día porque debe usted saber que jamás me he ocupado tanto de un negocio
como del presente tanto que el día lo paso en pensar y la noche en soñar>>
(Carta del general Bolívar a Santander,
Trujillo, 10 de noviembre de 1820). De esa magnitud, era el asunto que se
estaba tratando por estos días.
María Antonia, Adriana y Lorenzana Labastida, las tres damas de alcurnia y nietas de Asunción Vetancourt y del Dr. Francisco Labastida Briceño, en 1885. Cronografía N° A0039.
Luego de las consabidas propuestas y
contraofertas, avances y retrocesos de los negociadores, lograron un punto de
acuerdo que el Libertador, aceptó y el 25 de noviembre de 1820, a las diez de la noche, se firmó el documento por ambas partes. Al día
siguiente firmaron el Tratado de regularización de la guerra que, <<según
vimos arriba, fue redactado por el mismo Bolívar y presentado por los
comisionados republicanos. Los representantes de Morillo sólo variaron en
aspectos no principales. Eran muchas las consecuencias que se derivaban de esos
dos convenios. Bolívar mandó que las sátiras, dicterios, sarcasmos o críticas
contra el gobierno Español o el general Morillo, debían ser suspendidas y toda
referencia a ese gobierno y sus jefes "fuese hecha con moderación y
decoro". Morillo quiso conocer personalmente a Bolívar y éste accedió>>
(Polanco Alcántara: 412), el 27 de
noviembre de 1820, se entrevistaron los dos en el pueblo de Santa Ana.
El presente artículo, tiene el objeto
de recordar estos hechos, ocurridos hace doscientos años, con una visión descolonizadora
del saber, de forma didáctica y sencilla, sobre base documental cierta, evitando
caer en cuentos de camino, o repitiendo errores o invenciones, como aquello de
que durmió en casa de un hacendado en la zona urbana de nuestra parroquia y que
allí, se le habría dado un banquete, lo cual no es cierto.
La Puerta, Octubre 2020.
muy buen articulo, ojala y se construyera ese monumento a la paz mundial planteado por Bolívar y Morillo el dia de la entrevista en la población de SANTA ANA.
ResponderEliminarSaludos, ingeniero y colega Felipe. Gracias por tu comentario. No desmayemos, sigamos insistiendo en la construcción de ese justo monumento a esa acción heroica civilista, que encauzó un conflicto bélico, con tratados de armisticio y regularización de la guerra, para enrumbarlo hacia la paz. OM.
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