Por Oswaldo Manrique (*)
<<No miran la aguja
gótica que señala como grito de angustia taladrante los caminos del
cielo>> (Mario Briceño Iragorry).
<<Queda atrás, como la antigua torre, la imagen del pueblo de otros días
desleída en el recuerdo de sus hijos>> (Alirio Abreu Burelli).
Cualquier abuelo o bisabuelo puertense, tuvo durante su infancia como
una de sus más acariciadas ilusiones y quizás al borde de la fantasía, subir a
la torre parroquial, a la mismísima Torre Campanario de San Pablo Apóstol de La
Puerta, y tocar y halar fuerte el mecate para soltar al viento las hermosas
campanas centenarias, sobre aquel caserío afincado sobre paredes de bahareque o
tapias y de topes llenos de fajina, merodeados por los anteojos de las
paraulatas parameras. Los que bajaron del páramo de La Puerta, desde las Siete
Lagunas, despabilaban en la madrugada por la Cruz Chiquita, como si aparecieran
binoculares sobre los sembradíos de caña y trigo, en el hermoso y verde paisaje
de neblinas, surcado por las aguas dulces del río Bomboy, para ver y señalar el
centro y símbolo del pueblo: la Torre Campanario de San Pablo.
Antiguamente, cuando no existía
carretera, quienes iban al Sur, de Valera a Timotes, Mérida, Barinas,
transitaban por estos parajes valleros o entre montañas, observaban la torre
que significaba que estaban pasando por la comunidad indígena de La Puerta,
para conectar por el camino de La Mucutí y llegar a Timotes, o a la Mesa de
Esnujaque, Jajó, y a la reversa, también
les tocaba pasarlo, a aquellos que se dirigían desde aquellos pueblos, a
Montecarmelo, y a la zona baja.
Nuestro maestro, Alirio Abreu
Burelli, sobrio intelectual, poeta y músico, en sus añoranzas, incluyó: <<el recuerdo de la torre que antaño
presidía la comarca y que tímidamente demoraba sobre un valle de flores, al pie
de inmensas montañas>> Complementado
desde ese paisaje recuerdo que abrumó los sueños de su niñez: <<
¡Cómo evitar ahora el recuerdo de la torre que antaño presidia la comarca y que
tímidamente demoraba sobre un valle de flores, al pie de inmensas
montañas…donde la música de las campanas, cortando el aire frio, era como dulce
panal>>(Abreu Burelli, Alirio.
En: Abreu, José Rafael. La Puerta
Un Pueblo. pág. 178. 1969); digna
descripción del símbolo eterno de nuestra comarca.
Tributos al vetusto campanario de San Pablo Apóstol de La Puerta.
Uno
de los más hermosos testimonios sobre lo que significó en aquella época, de comienzos
del siglo XX, la Torre Campanario o Edificio Campanario para el valle de La
Puerta, lo es el testimonio de Ada Abreu Burelli de Rodríguez, quien en su
memorial Reencuentro con una Infancia,
nos describió que <<El campanario fue otro de los retos a
nuestra niñez, subir a él era uno de ellos. ¡Y muy serio! como lo era subir al páramo de
los Torres. Los niños y las niñas de ese
tiempo al llegar a los 10 o 12 años de edad teníamos que hacerlo. Decidirse a
ver de cerca las campanas, requería de mucho coraje, pues la escalera que
conducía hasta allí, era altísima, derecha, sin ninguna baranda ni nada que nos
ofreciera un apoyo. Respiramos profundo y adelante subimos ¡Lo logramos! fue
una pequeña pero imborrable experiencia estética. Bajamos rojos del susto
y de la emoción>> (Abreu Burelli de Rodríguez, Ada. Los días de la infancia. Relatos. pág.
11. Graficas Franco. Caracas. 2007), reto, emoción y hermosa experiencia.
Otra escritora, resaltó con su linda prosa la belleza y el significado
"de la Iglesia y su Campanario de la cual la separaba un trozo cuadrado
de tierra cubierto de menuda hierba y matizado aquí y allá por flores de
garbancillo y violeta silvestres>>. (Burelli, Ligia, Un día
volver. 277 -278).
El destacado escritor y poeta Pedro Pablo Paredes, admirador de este
Valle de La Puerta, al referirse a la imponente panorámica, escribió lo
siguiente: <<de mayor familiaridad, en rito de anticipada confianza, con ese cielo
que apunta incesante, el campanario>> (En: Abreu , José Rafael.
La Puerta un Pueblo. Págs. 174), es el símbolo sobrio, vigilante y guía perenne de este pueblo.
La torre-campanario de
La Puerta, en una descripción
preciosista y algo de historia.
Llegado el siglo XX, La Puerta, en su
proceso de repoblamiento “sin indios y sin negros”, tenia aspiraciones de un
templo con mayores condiciones.
Al ser despojados de sus tierras, los
indígenas también quedaron excluidos de acercarse a la Iglesia, apoderándose de
ésta, el abandono y la desidia de los gamonales. Don Mario Briceño Iragorry,
que transitó a caballo por esta vía del valle, para proseguir a Mérida donde
estudiaba, al describir a La Puerta en la novela Los Ribera anotó: <<la iglesia es pobre>>.
Hubo un tiempo, en que fue
preocupación del gobierno nacional del general Juan Vicente Gómez, acondicionar
los templos y reconstruyó éste en su totalidad, incluyendo la torre campanario;
esto se corrobora cuando el diez (10) de abril del año mil novecientos treinta
y uno (1931), se realizó un inventario del patrimonio de la Iglesia de La
Puerta, en el que describe la edificación, y refiere: << El edificio
reconstruido… y al lado derecho el edificio del campanario en dos pisos, todo
está cubierto de tejas… A continuación del campanario la casa cural en
construcción una sola pieza techada de tejas en tapias valorada en 2.000
bolívares>> (Libro de Fabrica del templo de San Pablo Apóstol de
La Puerta. 1882. Archivo Histórico Diócesis de Trujillo). Esto, no deja dudas
que la ubicación, la existencia y las características de su construcción para
ese tiempo, de este edificio del
campanario, no es el mismo que construyó el Padre Trejo, es decir, el de
tres niveles, que permaneció hasta 1963,
en que por la remodelación del gobierno de Raúl Leoni, es el que disfrutamos
actualmente en la Parroquia. El padre Trejo, llegó a La Puerta, varios años
después de aquella reconstrucción gomecista.
Se estima que la primera torre campanario del templo San Pablo Apóstol
de La Puerta, fue hecha bajo la tutela y dirección del padre Pedro Santa Anna
Vázquez de Coronado, Cura doctrinero de La Puerta, en el año 1790, antes
de la llegada del Padre Francisco Rosario, que construyó el Oratorio de la
Guadalupe en la entrada norte del pueblo. Posteriormente, en la segunda década
del siglo XX, gobierno de Juan Vicente Gómez,
fue reconstruida.
Hace unos pocos años, en internet, fueron publicadas por el poeta
trujillano Pedro Ruiz, del archivo de un organismo cultural, varias fotografías
antiguas, entre ellas, dos en la que se puede ver el templo de La Puerta sin la
torre campanario, al parecer fue captada en 1947, por una señora de nombre Judy
Newell, turista alojada en el Hotel Guadalupe. Lo curioso, es que hay
otra foto contemporánea publicada por Andrés Ocanto, de comienzos de 1949,
desde la entrada norte de la calle Bolívar y tiene el campanario. Se desconoce,
si fue tomada por la misma señora Newell. En el supuesto que el padre
Trejo, haya demolido la torre, o haya levantado su nueva construcción sobre la
vieja, adherida al templo, la comenzó entre
1947 y el 48, y la hizo en tiempo récord. Eso confirma la afirmación del
recordado Víctor Delgado “el gordo” Víctor, sobre esta fecha de inicio de la
construcción del templo.
Cuando el padre Trejo, construye el nuevo templo, mantiene un concepto
arquitectónico muy religioso y hermoso, que luego en los años 1963-64, fue modificada en el plan final de
remodelación del arquitecto Graciano Gasparini, quedando inaugurada en 1965,
mostrando una claraboya en su fachada sustituyendo una de las ventanas, y en la
parte de arriba que era en forma de diamante, la cambiaron a la de media
naranja.
La torre
campanario desde 1790, símbolo por más de 200 años del valle de La Puerta, la
torre ideada y construida por el padre Pedro Santa Anna de Coronado, influencia
del virreinato de Nueva Granada, torre única de dos niveles o <<en
dos pisos>>, con acceso por el templo, <<todo está cubierto de
tejas>>, distinta a la
construida en la década de los 40, y a
la del templo actual; se puede apreciar que en el concepto de Trejo, el
simbolismo de la torre tenía una importancia simbólica para esta comunidad
católica, por eso, la idea que en la parte culminante fuese su punta
alta de diamante, y el arquitecto Gasparini la cambió a una totalmente
distinta, en forma de media naranja o representación redonda, que tenemos hoy, es
la diferencia entre el concepto arquitectónico de un hombre de la Iglesia:
Pbro. Ramón de Jesús Trejo, y el de una persona de la Academia: Arquitecto
Graziano Gasparini. Belleza o funcionalidad, expresiones dialécticas o
complementarias, un tema apasionante
En la composición de imágenes que se acompaña, se puede observar: en la
N° 1, imagen de archivo de la ULA, el viejo templo de La Puerta, construido en
1790, por el padre Pedro Santa Anna de Coronado, y reconstruido en las primeras
décadas del siglo XX, al lado derecho, la exuberante torre campanario, en el
concepto arquitectónico del Padre Trejo. En la N° 2, detalle de la
torre campanario, tal como la describió Marco Vinicio Salas; y
en la N° 3, el templo actual con la
torre campanario, remodelada por el arquitecto Graziano Gasparini entre
1963-64.
En líneas
generales, se nota la diferencia de criterios entre la actual fachada
voluptuosa del arquitecto Graziano Gasparini, y, la de la hermosa sencillez
colonial andina, del padre Trejo.
El comentarista Salas, la describió así: <<Al
lado derecho de la iglesia se levanta la torre-campanario, con su base
cuadrada, de la que surge un cuerpo grácil con ventanillas que señalan los
distintos niveles y una elaborada cúpula con nervios que la recorren desde la
cúspide hasta su base. Una aguja da remate a la estructura>> (Salas,
Marco Vinicio. Encantadores pueblos de
Trujillo. pág. 189. Merenap. 1996). Se refiere inobjetablemente a la vieja
forma del edificio del campanario,
antes del año 1963, en el que se podían ver, los nervios que la recorrían de
arriba a abajo.
Una descripción de su
sonoridad celestial. El silencio del viejo campanario de La Puerta.
De los testimonios interesantes de
aquellos lejanos tiempos, lo es el de nuestro profesor, también poeta y músico Alirio
Abreu Burelli, quien escribió sobre la torre campanario, lo siguiente: <<las
campanas de la iglesia son, según mi padre, las más sonoras, musicales, alegres
y dulces, de todo el mundo. Nosotros para entonces no habíamos escuchado otras,
pero estábamos seguros de que no habría en ninguna parte campanas como las de
nuestra iglesia. Se nos llenaba de júbilo el corazón al oírlas. No podían
existir ningunas como ellas, tan expresivas; anunciaban las misas, los bautizos,
los matrimonios, repicaban alborozadas en las vísperas de las grandes fiestas;
llamaban en las frías madrugadas de diciembre a las misas de aguinaldo;
espantaban las golondrinas que se refugiaban en el campanario y en los aleros
del templo, y el valle repetía en ecos su rítmica canción" (Abreu,
Alirio. páginas 22 y 23 Los días de la
infancia. Gráficas Franco. Caracas. 2007). La mejor experiencia y la
mejor época del año, la navidad serrana.
El despertar de la algarabía del 1° de diciembre, se daba <<con
el repiqueteo de las campanas de la Iglesia a tan altas horas de la madrugada>>
(Burelli, Ligia, Un día volver. 285),
conjugando con los estridentes voladores y música en aquel cuadrado, que a los
años se convertiría en la Plaza.
En esta torre histórica, -la antigua y la modificada-, durante más de
dos largos siglos, latieron con hermosos tañidos, los corazones y esperanzas de
los habitantes de La Puerta, indígenas al principio, que presenciaron <<el
crepúsculo penitente del padre Rosario>>, su protector;
luego blancos y mestizos, y cercanamente, testigo de los
acontecimientos más notables de la lucha histórica librada por ellos, en el
último tercio del siglo XX.
La Puerta, es un pueblo de onda tradición religiosa, como parte de la
evolución de su vida espiritual a pesar de los incisos endocoloniales, los
medios, las redes sociales, la inteligencia artificial y la nueva tecnología,
que han venido produciendo cambios psico-sociológicos en la vida y en la
cotidianidad de la comarca.
El juego de campanas centenarias de
San Pablo Apóstol de La Puerta, se las llevó un "mano bendita" y no
ha querido regresarlas, cuyos tañidos conocidos y sonoros convocaban,
convidaban y anunciaban a la comunidad a la oración y a los actos litúrgicos, como
también, a las fiestas, al jubileo y otras veces, a las exequias de difunto,
hoy está mudo por obra de este individuo de la Iglesia, que nos dejó sin ellas. Los repiques de bronce que retienen y
descansan, hoy ya no sienten la indefinible nostalgia y menos la alegría, pero otra
cosa se siente ante la birla a la comunidad, que al pasar de los años se
acicala más en la memoria y en los corazones e ilusiones despojadas, porque en
nuestra torre, símbolo eterno de nuestra historia religiosa, ya no anidan las
campanas, que otrora quisieron repicar.
(*) Portador Patrimonial Histórico
y Cultural de La Puerta.
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