Por Oswaldo Manrique (*)
Cuando se prende en la Sierra de La Culata, la “Guerra de los 15 días” y
se intenta “la toma de Timotes” –imperecedero episodio para las familias
parameñas-, liderada por Américo Burelli, Sandalio Ruz, Mitrídates Volcanes,
Cesáreo y Genaro Parra, Fidel Rivas, el viejo Pabón, y otros vecinos, en contra
de la dictadura gomecista, Felipe
Uzcátegui, caudillo liberal y primera autoridad civil y militar de La
Puerta, se dispuso a enfrentar a los alzados, y con algunos amigos del lugar,
campesinos sin tierra, dados a las revueltas y al saqueo de fincas, como
retribución a las acciones de las montoneras, comandó la persecución y captura
del Coronel Américo, mientras llegaban los de la bestial “Sagrada”.
El polvo plomizo de las montañas, se
levantaba al paso de su mula, igual que los rumores que le aventajaban. A
Felipe "Tragabalas" Uzcátegui, el político y coronel liberal de quien decían había nacido
con una carabina en la mano y una bala entre los dientes, se le conocía en cada
caserío parameño desde La Puerta hasta Tabay. Su leyenda, estaba trenzada con
acciones de temeridad y una sed insaciable de mando, rechinaba más fuerte que
el eco de sus balazos. Algunos lo
admiraban, otros, lo miraban con el rabillo del ojo del temor y miedo, y otros,
eran propiamente sus enemigos políticos: los “Ponchos” conservadores que lo
tenían como objetivo a vencer, con o sin las armas. Pero el comentario general,
en su zona cercana de operaciones políticas y militares, era que las balas no
le hacían nada, que las tragaba con la misma avidez con la que imponía su
autoridad.
Coronel Américo Burelli García,
perseguido por Felipe “Tragabalas” Uzcátegui y los "Chacharos"
gomecistas.
Sobre la persecución del Coronel Américo, su sobrina la escritora Ligia
Burelli, nos deja su particular versión de actos desenfrenados y salvajes
realizados en Palmira por los “Chacharos” del gobierno, destacando lo que
sufrieron las familias del lugar, particularmente el caso de Antolina, mujer
campesina que <<estaba siendo vigilada y
una noche, al regresar a su hogar, se encontró con una visita por demás
inesperada. Era Felipe Uzcátegui, uno de los personajes más siniestros en esta
etapa de persecución, que sin más ni más se había ofrecido como voluntario para
rastrear las huellas de los montañeros, comenzando desde Palmira. Aquella noche
había llegado a la casa de Antolina en compañía de dos hombres más, todos
armados, con la esperanza de llevarse la recompensa. Como la mujer
resueltamente negara todo conocimiento de los fugitivos, la sacaron de allí y
la dejaron golpeada y maniatada en el monte, con la amenaza de que al siguiente
día volverían por la respuesta>> (Burelli, Ligia. Humo de Hogueras. Págs. 108 a 109). Felipe, además
de próspero hacendado, dueño de las posesiones “La Mocotí”, “Villa Mercedes” y La
Puerta, otras, era el caudillo liberal guzmancista y montillero mas connotado
de la localidad, y también el más hábil baquiano de la región con que contaba
el gobierno, sin embargo, como lo relata la señora Burelli, discretamente unos
campesinos encontraron a Antolina y la escondieron junto con sus hijos, en
tanto que los hombres proseguían la búsqueda de los huidos, por otros parajes.
Aquí comenzó Felipe, a dejar huella como rastreador y defensor del régimen
político, y para alguno, como chácharo.
Y se batieron a plomo con el coronel
“Tragabalas” Uzcátegui. Le habían puesto precio a la cabeza del coronel Américo
Burelli García.
La Sagrada o simplemente "Los Chácharos" era la temible policía
gomecista que mantenía a raya a los disidentes de las políticas del
"Benemérito de la Patria". La jefatura general estuvo a cargo
de José Vicente Gómez "Vicentico", hijo del dictador, como Inspector
de las FAN, que tenía como Jefe de Operaciones al Coronel Eloy Tarazona “el
Indio”, quién dirigía los intensos y crueles interrogatorios. Cuando muere
"el Bagre", como le decían al dictador, esa policía fue disuelta para
convertirse más tarde en 1937, mediante la Ley de Seguridad Nacional en las
Fuerzas Armadas de Cooperación (FAC), la
Guardia Nacional (GN).
Uno de los sobrinos del Coronel nacionalista alzado, al mencionar a
Felipe Uzcátegui “Tragabalas”, escribió que era lo que le esperaba a los
hermanos Burelli, quienes <<se habían
batido cerca de Timotes, en la Mesa del Palmar y en la Amarilla con las tropas
que indistintamente dirigían Felipe u Olegario Salas>> (Burelli, Miguel Ángel, 19), era una guerra, con connotación nacional, en
consecuencia, desplegaron desde el gobierno, la persecución de Estado
contra Américo.
La persecución fue cruenta, como si fuera un episodio de las películas
del oeste norteamericano. Ligia Burelli-Dávila, también sobrina del
perseguido, escribió que, habían
colocado, carteles pegados en paredes,
muros y en los troncos de los árboles <<ofreciendo recompensa por entregar vivo o muerto a los hermanos Burelli>>
(Humo de Hogueras, 103), lo que
demostraba la peligrosidad de estos políticos fugitivos. El plan insurreccional
lo habían denominado “el barril de pólvora”, que tenía como escenario toda la
zona occidental, particularmente la de la Sierra de La Culata y toda la región
andina, era un plan de desestabilización política y militar. Los liberales, se
enfrentaban al plan de derrocamiento del gobierno del Presidente Juan Vicente
Gómez.
De
dónde le viene al Coronel de avanzada liberal, lo de “tragabalas”.
En una ocasión, la algarabía en el
bolo de Timotes, era tan fuerte que se podía formar una refriega de disparos y
los presentes no darse cuentas. Por el pasillo llegaron dos personajes, que no
eran asiduos jugadores ni espectadores del local. De pronto, se ve que cae al suelo
un hombre herido: la figura regia del Coronel, quien se defendió como
pudo.
A Felipe le decían
el “tragabalas”, porque recibió varios disparos en diferentes oportunidades.
Era buen tirador. Su nieto Dr. Luis Uzcátegui, nos comparte
que, su papá Herman, le relató que en una oportunidad el coronel Felipe
Uzcátegui, <<Estando en un bolo en Timotes, llegaron a matarlo unos personajes,
unos hermanos de apellido Aguilar, y
llegaron a matarlo, lo hirieron, y desde el suelo el coronel sacó su revólver y
les disparó y les dio fin a los dos hermanos. Gozaba de buena puntería. Le pegaron uno de los tiros en la boca,
que le quebró la mandíbula y otro la
clavícula. De hecho él, convaleciente con los disparos se trasladó a Maracaibo,
y luego a Curazao y de ahí en un barco lo enviaron a los Estados Unidos. En el
maxilar inferior, lo operaron y quedó con la mandíbula reconstruida, el maxilar
inferior tenía platino y tornillos>>
(Conversación wasap con Luis Uzcátegui. 16-01-2025). Al parecer, uno de los
agresores, fue el hacendado godo, Mayordomo de la Iglesia y ex jefe Civil de La
Puerta, Miguel Aguilar.
Su innegable experticia y habilidad de comandante de tropa, acumulada por
Uzcátegui, su lugarteniente Lázaro Volcanes, Francisco Juan Uzcátegui, los
González y otros militantes liberales, para emprender persecuciones y capturas
en batallas, y las emboscadas de madrugada, aplicadas para la captura del
coronel Burelli García y sus hermanos Pedro Mario y Umberto, fueron
inútiles y burladas, solo dejó como en este tipo de experiencias, víctimas de
los atropellos o daños colaterales; había recompensa por la captura de los
alzados. La misma escritora Burelli, relata en su particular versión familiar
que, en
<<su afán por ganar, no solo la
recompensa, sino prestigio ante las autoridades del Estado llevó a Felipe
Uzcátegui hasta Quebrada Seca, pasando por San Martín y el Portachuelo, las
propiedades de sus perseguidos. Como ninguna de las familias vivía allí en ese
momento, a él se le ocurrió que aquellas tierras ya no tenían dueño y procedió
a invadirlas. La casa más grande, la de San Martín, propiedad de los viejos y
donde se había refugiado José Américo al comienzo de la persecución, fue
cuidadosamente desvalijada y luego destruida>> (Humo de Hogueras, 103). Es posible que buscara prestigio ante el
gobierno gomecista, pero lo de la ocupación de tierras, saqueo de las casas,
reparto de bienes entre la soldadesca, consumir el ganado, los alimentos y
cosechas propiedad de los perseguidos, era práctica habitual en la guerra de
caudillos, también denominado “botín de guerra” o prenda común de los
montoneros vencedores.
El coronel
nacionalista y “Poncho” José Américo Burelli, <<se había destacado en las
montoneras del General Juan y luego como aguerrido oficial en el bando del
General Leopoldo Baptista>> (Burelli Dávila, 105); se refiere al
general Juan Bautista Araujo, llamado el “León de la Cordillera”. Luego del alzamiento contra Gómez, <<al
finalizar el año dieciséis, José Américo logró burlar el cerco que le tenían y se
refugió en Mendoza con los suyos>> (Burelli Dávila, 113). Los
montoneros que acompañaba a los hermanos Burelli en este difícil trance, eran, Sabino Briceño, nativo del caserío “La Amarilla”, cerca de la “Mesa del Palmar”,
quien se hacía llamar <<el edecán
de don Pedro (Burelli)…>> (Burelli Dávila, 91). Y, un hombre pequeño y delgado, de cara
cuarteada por el sol, de edad imprecisable, el baqueano Alcibíades <<la
profundidad de su mirada que delataba tal vez su condición como buscador de
quimeras y fantasías>> (Burelli Dávila, 90); hombres resteados con los caudillos y
con los ideales de la causa.
En Humo de Higueras, su autora Ligia
Burelli Dávila, anotó como parte del relato sobre la persecución que, <<El
coronel José María Jiménez pasó por Palmira durante la ocupación de los bienes
de Pedro (Burelli) logró que le dejaran a la esposa, al menos
dos vacas paridas para la leche de los niños>>; además de la
vivienda en Palmira, los oficiales del general Omaña, <<registraron la caballeriza,
la despensa, la cocina y los alrededores de la casa>> (Burelli Dávila,
100); era Chuy o Mario Pabón, nativo de La Puerta, el capataz en Montecarmelo, hijo de Umberto
hermano mayor de los Burelli; su medio
hermano José Antonio Pabón, es el mártir de Palmira, que fue detenido en este
allanamiento y encarcelado por haber defendido a los hermanos Burelli, le
pusieron el cepo de campaña en los dedos pulgares y torturaron para que
revelara el lugar de escondite de los Burelli.
Un lagartijo, Jefe Civil de La
Puerta. Momento crucial de centralización del poder político: enfrentar el
derrocamiento de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Su acción de apoyo a los “Lagartijos”, fue franca y consecuente. Era un
cuadro liberal de importancia en la zona de La Culata, un comprobado
“Lagartija”. Se le respetó, inclusive, era reconocido con el arcaísmo
de “Maese” Felipe, es decir, Maestro Felipe como tratamiento de
respeto en el seno del movimiento político liberal. Debido a los pactos
del Presidente Guzmán con la dinastía Araujo-Baptista, para mantener la paz en
los Andes, se les permitió a estos “Ponchos” conservadores, enemigos de los
“Lagartijos”, gobernar a sus anchas en Trujillo.
Felipe Uzcátegui, fue Jefe Civil de La Puerta, durante la dictadura
liberal restauradora gomecista: en los años 1908, 1914 y 1915. Estos dos
últimos años, fueron de inestabilidad política y revueltas, en los que ocurrió
el alzamiento nacionalista de las montoneras de La Puerta, Mendoza, Jajó,
Boconó y gente de Mérida, al mando del coronel Américo Burelli y Sandalio Ruz,
contra la rebatiña de las concesiones petroleras y mineras a empresas
extranjeras, por parte del dictador Gómez, siendo la “Toma de Timotes” o
"Guerra de los 15 días", los eventos militares más destacados de ese
alzamiento.
Se rumoraba, casi que con señas y murmullos, entre las familias de la
Cordillera, el número de años que iba a pasar con grillos en los pies, el
Coronel Américo en la cárcel, si lo capturaban. El esfuerzo no fue en vano, Uzcátegui que se dio a conocer andando y militando en el bando liberal,
el gobernador Timoleón Omaña, lo designó Jefe Civil de La Puerta, con
prerrogativas militares, el foco de la insurrección estaba aquí.
En el mismo año de la revuelta de los nacionalistas de La Culata,
1914, Felipe Uzcátegui, es designado nuevamente Jefe Civil de La
Puerta. Se convirtió en la primera autoridad civil y policial de la incipiente
comarca, que no lograba crecer ni urbanizarse; para unos fue un funcionario
distinto a los que hubo desde finales de siglo XIX, y para otros, al
parecer, fue un personaje siniestro de la época de Juan Vicente Gómez.
El año 1916, siendo Jefe Civil, es el mismo Felipe Uzcátegui quien
emprende las acciones de rastreo y persecución para capturar a su vecino, el
coronel Burelli.
Su estadía al frente del Municipio, le dio base para establecerse en el
área urbana de La Puerta (del antiguo Resguardo Indígena). Se desempeñó como
hombre de confianza de la dictadura gomecista y asumió el cargo de Jefe Civil
por varios años. Viajaba de vez en cuando a Trujillo, en la búsqueda de
recursos para el mejoramiento de las calles y caminos, la plaza y las
acequias de donde se aprovisionaban de agua las familias. Vivió
aquí, al lado de la sede de la Jefatura Municipal, con su esposa
doña Mercedes Cols Arvelo e hijas, y nació su hijo Herman.
¿Cómo era La Puerta en las primeras
décadas del siglo XX, bajo la autoridad civil de Felipe
Uzcátegui?
A comienzos del siglo XX, a La Puerta, fue llegando gente de otras
partes debido a que se estaba construyendo un nuevo pueblo “sin indios y sin
negros”, el proyecto de los “Ponchos”, sobre las tierras despojadas a los
indígenas, y daban facilidades para
obtener buenas y productivas tierras, por compra, alquiler, como enfeudado,
algo así como especie de tierra prometida. Venía gente oriunda de Jajó, la Mesa
de Esnujaque, Timotes, Piñango, San Lázaro, las Mesitas,
Niquitao, Boconó, Pueblo Llano, Tabay y hasta de Calderas
de Barinas.
Felipe de pensamiento liberal y montillero, era un personaje de a caballo
de montura, revólver y puñal en la cintura, así mismo, tenía su faja de cuero
para las morocotas. Con su cartuchera oficial para las balas y la funda para el
revólver, se presentaba siempre con su sombrero borsalino, botas de cuero y
espuelas, lo que lo hacía imponente a la mirada de los demás.
El general Perfecto Crespo, en sus Memorias de un Soldado Trujillano, nos describe en forma sencilla y
sentida, lo que era La Puerta y los parajes de Uzcátegui, para finales del
siglo XIX, <<acampamos en el
Municipio La Puerta, en aquel lugarcito, al pie de los páramos, me tocó el
turno de hacer vigilancia y servicio con mi guerrilla en la Esquina Noroeste de
la Plaza. Fue una noche terrible por el frío; el sargento Abdón Espinoza
me decía: “Mi teniente, si así seguimos voy a amanecer con los
dientes pelados”. Al fin después de una noche sin abrigo…Puse mi gente de
pie... Seguimos ese día nuestro desfiladero, contemplando aquellos parajes
llenos de luz y colores, el sol mañanero acariciaba con la bendición de sus
rayos aquellos trigales. Tal o cual gañan dejaba el arado solo por la presencia
de los grupos armados…trepamos la cuesta de La Mocotíe, que nos rememoró, con
su desfiladero agrio y su mudez heroica, el drama del mes de abril de 1892>> (Crespo, 62). De acuerdo a este testimonio, era un lugar
íngrimo y ermito. La última expresión de Crespo, al reivindicar a
Felipe Uzcátegui, se refiere a la batalla de La Mocotí-El Portachuelo de
1892, donde triunfaron los liberales comandados por Ferrer, Montilla y Uzcátegui
y otros oficiales sobre los oligarcas, bastión este, al que pertenecía tanto el
coronel Américo Burelli, como el coronel Sandalio Ruz y la mayoría de los
terratenientes y hacendados del valle de Bomboy.
El férreo Felipe Uzcátegui, no se rindió ante la imposibilidad de
capturar al coronel Burelli, ni la
convertiría en frustración. Américo Burelli García, escondido y protegido por
la misma gente agricultora de Mendoza, fue capturado, en 1916. La cronista Liga
Burelli, relata que poco más de un año había permanecido el coronel Américo con
su familia, escondido por sus vecinos. El gobierno ofreció la pacificación a
los rebeldes, y un día el Pdte. del Estado Trujillo, le envió una comunicación,
pidiéndole una entrevista garantizándole la libertad y cayó en la trampa <<así de fácil cayó. Inmediatamente fue
esposado y enviado al Castillo de San Carlos. Su cautiverio habría de durar
diez largos años, de manera que Pedro no volvió a verlo ya mas>>
(Burelli Dávila, 125). Esperaba la invasión del general Baptista, que no se realizó
nunca.
En 1917, luego de la pérdida de su esposa y una de sus hijas, en
dramáticas circunstancias, “Tragabalas” percibió que su tiempo en La Puerta
llegaba a su final, y el gobierno nacional del general Juan Vicente Gómez, lo
destacó como Jefe de Distrito El Mojan, en el Estado Zulia, muy cerca de
frontera, donde se desarrollaba un intenso contrabando, a lo que tuvo que
enfrentarse e imponer el peso de su autoridad en aquel lugar, logrando desarrollar una labor de control y
pacificación.
Entre 1914 y 1917, fue de hecho, Felipe Uzcátegui el “pacificador”
autoritario, quien con la pequeña tropa asignada por el gobierno
regional del general Timoleón Omaña, mas los pocos
hombres que lo seguían, logró desaparecer todo vestigio del movimiento
nacionalista y antigomecista de los Burelli García, de La Puerta e impuso
además, la sensación de “tranquilidad” que produce el terror de una dictadura
nacional como la gomecista, en el contexto del repoblamiento de La Puerta, sin
negros y sin indios. Aunque calificado como “Lagartijo” por
unos, y “Chácharo”, por otros, este otro antihéroe con
sus virtudes y fallas, con sus cuestionadas acciones y ambiciones, conducta
generalizada en los gobernantes y caudillos de aquel tiempo, fue una de las
figuras liberales locales de los comienzos del siglo XX trujillano, que
históricamente no debemos dejar de mencionar.
(*) Portador Patrimonial Histórico
y Cultural de La Puerta.
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