A la amiga Carmen Pacheco.
El personaje al que nos vamos a
referir, fue un respetado, prospero y de los primeros comerciantes del pueblo de
La Puerta, Estado Trujillo, aunque para
llegar a esa holgura, tuvo que dedicarse con exclusividad las 24 horas del día
al trabajo en la tienda, con esfuerzo y tenacidad mercantil ante la competencia
de mercado, guiado por su espíritu y aspiración de progreso.
Su nombre Tolentino Pacheco. Nació en
el sector montañoso y agrícola de La
Culebrina, Parroquia Mendoza Fría del Estado Trujillo, el 25 de mayo de 1903.
Hijo de María Segunda Pacheco. Tuvo una hermana mayor de nombre María del Rosario
Pacheco, nacida el 14 de abril de 1885. Ambas nativas de Mendoza Fría, parroquia del
Valle del Bomboy, colindante con La Puerta.
Tolentino, en medio de aquellas circunstancias
rurales de pobreza y analfabetismo general de la población campesina, tuvo la
oportunidad de cursar la primaria y
siendo muy joven comenzó a trabajar, en el área del comercio, lo que complementaba
con sus trabajos de curioso de la carpintería, haciendo puertas y ventanas. Por
información suministrada por Carmen Pacheco su hija, era de estatura
promedio para la época, de ojos pardos, piel trigueña, cara redonda, pelo
castaño; vestía diariamente para atender la tienda, con camisa o franela cruda
y paltó, gustaba de los pantalones de
kaki, y usaba sombrero. Bien ataviado de esa manera, atendía personalmente su
negocio de telas, ropa, zapatos, cotizas, sombreros y mercancía seca. Posteriormente incorporó víveres y montó una
pesa de carne de res y cochino. Un establecimiento mercantil, grande, cuyo
local era de 2 secciones y 4 puertas y su respectivo zaguán, signo de su prosperidad
económica para dicha época. Los mostradores todos eran de madera, con zaranda metálica
incorporada.
Tolentino Pacheco, uno de los primeros tenderos de La Puerta. Cronográfica 2842.
Sacó su cédula de identidad el 5 de
mayo de 1951, le asignaron el N° V-1009632.
Y no se conocen las razones, por las cuales, siendo ya comerciante en el
año 1943, se inscribió en el Servicio Militar Obligatorio, según este documento
su estatura era de 1,71 metros. Tolentino,
vendía telas y tejidos exclusivos de la compañía BecoBlohm, con la que tenia
crédito y suministro de su mercadería.
Desde muy joven,
soñaba con tener su propia tienda, hasta que un día conociendo La Puerta, pudo posesionarse
de un pequeño solar en el sector popular de La Hoyada, en la avenida Bolívar,
que fue ocupando y construyendo la casa de tapias y techo de tejas, que a pesar
de sus años y materiales, aun se encuentra en pie, bajo el cuido y uso de sus
descendientes, inmueble que debería ser declarado patrimonio cultural de nuestra
localidad. Comenzó haciendo los mostradores, y las puertas y ventanas del negocio;
para comienzos de la década de los 40, su sueño se había hecho realidad. Su residencia estaba en la parte posterior del negocio, con
buen solar, donde tenía además de los
depósitos de telas, una diversa y
colorida siembra de flores y matas de medicinales y de fragancias diversas. Un
lugar de portones abiertos, porque no existía la inseguridad de hoy. De esa manera,
se convirtió en uno de los primeros pobladores de La Hoyada. Antes de ejercer el comercio, se
dedicaba a labores agrícolas y de carpintería, a la que era aficionado.
Anteriormente, no se utilizaba
anuncio o valla para identificar el establecimiento, simplemente se denominaba
con el nombre del dueño. Tolentino atendía, todos los días, allí se le
encontraba desde tempranas horas ataviado con su flux y camisa blanca. Tenaz comerciante
y conocedor de su ramo, aconsejaba sobre
calidad y economía conveniente a su clientela. En 1970, tras varias décadas de trabajo constante, que no le
pesaban, porque había obtenido logros personales y provisto de buenas acciones
para sus semejantes, para no aburrirse
se decidió acoplar al bullicio diario de la clientela de su negocio, algo de
música y noticias, y compró un radio Telefunken, de tubos, de aquellos aparatos
pesados de color amarillo; lo adquirió en
el taller Precisión, de don Amílcar González, en la ciudad de Valera, con lo
que le dio al local un nuevo ambiente y entretenimiento, que lo mantenía siempre
activo y aguantar el pasar de los años.
Tolentino Pacheco, en 1951, gráfica tomada de su libreta de identidad
personal N° V- 1009632. Cronografía 2845.
La Tienda
de Tolentino, como se le llamaba a este espacio de comercio, se caracterizaba
por las cosas que vendía. Llegó un tiempo en que expendía además de ropa y
calzado, artículos de primera necesidad y calidad para las familias y otros que
solo se conseguían en su local, como los elaborados en madera por él mismo. El vecino o
transeúnte podía encontrar Ropa, telas, alfileres, hilos, botones, peines,
maquinas y hojillas de afeitar, cuadernos, lápices, aspirinas, chucherías, caramelos, carnes de res y cochino
frescas; huevos, mortadela y los quesos que llegaban de la finca San Pedro, velas,
ungüentos y mentoles, creolina, aceites
y remedios contra los piojos, acemas, panelas y papelón, kerosén,
cigarrillos y tabaco, chimó, tenia colonias y perfumes de afamadas
marcas, como Old Spice, Pino Silvestre, Jean Marie Farina, lavanda Atkinson;
shampoo de los que guindaban en el mostrador, pan salado y dulces que llegaban de la panadería
de Timotes, para poder acompañarlos con una Chicha A-1, o una Kola Dumbo o la cítrica
Green Spot; agregó también el expendio de toda clase de
granos criollos y las correspondientes bolsitas de aliños. Se encontraba de
todo lo básico que necesitaban las señoras para mantener la cotidianidad de sus
familias. Uno de los
bodegueros que le sobraba la clientela escolar era Tolentino, siempre soltaba la “ñapa”, que
significaba que regalaba a su imberbe cliente, un caramelo o un
pedazo de papelón, otros no la daban y
peleaban cuando se la exigían; cuando le decían pero el señor fulano si la da,
respondían sin freno, “pues la próxima
vaya y compra allá”. Muchos de
nuestros bodegueros, preferían vender fiao que “enhuesarse” con la
mercancía, “barco varado no gana flete”,
algunos no vendían al por mayor, porque absurdamente preferían tardar vendiendo
al detal y cobrar lo que se habían propuesto en sus dilatadas cuentas.
Fachada actual de la casa que sirvió
de local a la Tienda de Tolentino, avenida Bolívar, entre calles 2 y 3, se observan, las 4 puertas y las ventanas y el zaguán, signo de comercio
próspero en esa época. Inmueble éste, que debería ser declarado patrimonio histórico
y cultural municipal. Cronográfica 2846.
La tienda de Tolentino estuvo funcionando
alrededor de 50 años, ofreciendo esas
ropas para damas, hombres y niños que siempre hacían falta en las familias, así
como cotizas y los que más podían, zapatos. Cada mañana, los vecinos veían abrir las
puertas de la conocida tienda de
Tolentino, por su mismo propietario, porque también allí estaba su casa de
familia y era reconocido como vecino. Allí
los atendía y se fue tejiendo un conjunto de anécdotas de la misma clientela,
de las que queda el recuerdo y el sentir de la comunidad de que era una de las
mejores tiendas durante muchos años, ofreciendo su mercancía seca, vestimenta y
luego al incorporar la venta de víveres y carnes. Murió el 23 de abril de 1987.
Ayer 14 falleció Carmen Pacheco.
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