viernes, 2 de agosto de 2019

Tolentino Pacheco, de los primeros tenderos de La Puerta.



                                       A la amiga Carmen Pacheco.

El personaje al que nos vamos a referir, fue un respetado, prospero  y de los primeros comerciantes del pueblo de La Puerta, Estado Trujillo, aunque para llegar a esa holgura, tuvo que dedicarse con exclusividad las 24 horas del día al trabajo en la tienda, con esfuerzo y tenacidad mercantil ante la competencia de mercado, guiado por su espíritu y aspiración de progreso.   

Su nombre Tolentino Pacheco. Nació en el sector montañoso y agrícola  de La Culebrina, Parroquia Mendoza Fría del Estado Trujillo, el 25 de mayo de 1903. Hijo de María Segunda Pacheco.   Tuvo una hermana mayor de nombre María del Rosario Pacheco,  nacida el 14 de abril de 1885.  Ambas nativas de Mendoza Fría, parroquia del Valle del Bomboy, colindante con La Puerta.

Tolentino, en medio de aquellas circunstancias rurales de pobreza y analfabetismo general de la población campesina, tuvo la oportunidad de  cursar la primaria y siendo muy joven comenzó a trabajar, en el área del comercio, lo que complementaba con sus trabajos de curioso de la carpintería, haciendo puertas y ventanas. Por información suministrada por Carmen Pacheco su hija, era de estatura promedio para la época, de ojos pardos, piel trigueña, cara redonda, pelo castaño; vestía diariamente para atender la tienda, con camisa o franela cruda y paltó,  gustaba de los pantalones de kaki, y usaba sombrero. Bien ataviado de esa manera, atendía personalmente su negocio de telas, ropa, zapatos, cotizas, sombreros y mercancía seca.  Posteriormente incorporó víveres y montó una pesa de carne de res y cochino. Un establecimiento mercantil, grande, cuyo local era de 2 secciones y 4 puertas y su respectivo zaguán, signo de su prosperidad económica para dicha época. Los mostradores todos eran de madera, con zaranda metálica incorporada.



Tolentino Pacheco, uno de los primeros tenderos de La Puerta. Cronográfica 2842.

Sacó su cédula de identidad el 5 de mayo de 1951, le asignaron el N° V-1009632.  Y no se conocen las razones, por las cuales, siendo ya comerciante en el año 1943, se inscribió en el Servicio Militar Obligatorio, según este documento su estatura era de 1,71 metros.   Tolentino, vendía telas y tejidos exclusivos de la compañía BecoBlohm, con la que tenia crédito y suministro de su mercadería.

Desde muy joven, soñaba con tener su propia tienda, hasta que un día conociendo La Puerta, pudo posesionarse de un pequeño solar en el sector popular de La Hoyada, en la avenida Bolívar, que fue ocupando y construyendo la casa de tapias y techo de tejas, que a pesar de sus años y materiales, aun se encuentra en pie, bajo el cuido y uso de sus descendientes, inmueble que debería ser declarado patrimonio cultural de nuestra localidad. Comenzó haciendo los mostradores, y las puertas y ventanas del negocio; para comienzos de la década de los 40, su sueño se había hecho realidad. Su residencia  estaba en la parte posterior del negocio, con buen solar,  donde tenía además de los depósitos de telas,  una diversa y colorida siembra de flores y matas de medicinales y de fragancias diversas. Un lugar de portones abiertos, porque no existía la inseguridad de hoy. De esa manera, se convirtió en uno de los primeros pobladores de La Hoyada. Antes de ejercer el comercio, se dedicaba a labores agrícolas y de carpintería, a la que era aficionado.  

Anteriormente, no se utilizaba anuncio o valla para identificar el establecimiento, simplemente se denominaba con el nombre del dueño. Tolentino atendía, todos los días, allí se le encontraba desde tempranas horas ataviado con su flux y camisa blanca. Tenaz comerciante  y conocedor de su ramo, aconsejaba sobre calidad y economía conveniente a su clientela.  En 1970, tras  varias décadas de trabajo constante, que no le pesaban, porque había obtenido logros personales y provisto de buenas acciones para sus semejantes,  para no aburrirse se decidió acoplar al bullicio diario de la clientela de su negocio, algo de música y noticias, y compró un radio Telefunken, de tubos, de aquellos aparatos pesados de color amarillo; lo adquirió  en el taller Precisión, de don Amílcar González, en la ciudad de Valera, con lo que le dio al local un nuevo ambiente y entretenimiento, que lo mantenía siempre activo y aguantar el pasar de los años.



Tolentino Pacheco,  en 1951, gráfica tomada de su libreta de identidad personal N° V- 1009632. Cronografía 2845.

           La Tienda de Tolentino, como se le llamaba a este espacio de comercio, se caracterizaba por las cosas que vendía. Llegó un tiempo en que expendía además de ropa y calzado, artículos de primera necesidad y calidad para las familias y otros que solo se conseguían en su local, como los  elaborados en madera por él mismo.  El vecino o transeúnte podía encontrar Ropa, telas, alfileres, hilos, botones, peines, maquinas y hojillas de afeitar, cuadernos, lápices, aspirinas,  chucherías, caramelos, carnes de res y cochino frescas; huevos, mortadela y los quesos que llegaban de la finca San Pedro, velas, ungüentos y  mentoles, creolina, aceites y remedios contra los piojos,   acemas, panelas y papelón,  kerosén,  cigarrillos y tabaco, chimó, tenia colonias y perfumes de afamadas marcas, como Old Spice, Pino Silvestre, Jean Marie Farina, lavanda Atkinson; shampoo de los que guindaban en el mostrador,  pan salado y dulces que llegaban de la panadería de Timotes, para poder acompañarlos con una Chicha A-1, o una Kola Dumbo o la cítrica  Green Spot;  agregó también el expendio de toda clase de granos criollos y las correspondientes bolsitas de aliños. Se encontraba de todo lo básico que necesitaban las señoras para mantener la cotidianidad de sus familias. Uno de los bodegueros que le sobraba la clientela escolar era Tolentino,  siempre soltaba la “ñapa”, que significaba que regalaba a su imberbe cliente, un caramelo o un pedazo de papelón,  otros no la daban y peleaban cuando se la exigían; cuando le decían pero el señor fulano si la da, respondían sin freno, “pues la próxima vaya y compra allá”.   Muchos de nuestros bodegueros, preferían vender fiao que “enhuesarse” con la mercancía,  “barco varado no gana flete”, algunos no vendían al por mayor, porque absurdamente preferían tardar vendiendo al detal y cobrar lo que se habían propuesto en sus dilatadas cuentas.   



Fachada actual de la casa que sirvió de local a la Tienda de Tolentino, avenida Bolívar, entre calles 2 y 3, se observan, las 4 puertas y las ventanas y el zaguán, signo de comercio próspero en esa época. Inmueble éste, que debería ser declarado patrimonio histórico y cultural municipal. Cronográfica 2846.

La tienda de Tolentino estuvo funcionando alrededor de 50 años,  ofreciendo esas ropas para damas, hombres y niños que siempre hacían falta en las familias, así como cotizas y los que más podían, zapatos.  Cada mañana, los vecinos veían abrir las puertas de la conocida  tienda de Tolentino, por su mismo propietario, porque también allí estaba su casa de familia y era reconocido como vecino.  Allí los atendía y se fue tejiendo un conjunto de anécdotas de la misma clientela, de las que queda el recuerdo y el sentir de la comunidad de que era una de las mejores tiendas durante muchos años, ofreciendo su mercancía seca, vestimenta y luego al incorporar la venta de víveres y carnes.  Murió el 23 de abril de 1987.

                                                            Oswaldo Manrique.  La Puerta, agosto 2019.

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