La carta de Don Lucio Viloria al Br. Hipólito Cisneros, 1934.
Por Oswaldo Manrique
(*)
Durante las primeras décadas del
siglo XX, La Puerta, estuvo inmersa en una difícil situación, ya que sus
principales personalidades políticas, encabezadas por el coronel Américo
Burelli García, eran objeto de persecución por la fuerza militar y policial de
la dictadura de Juan Vicente Gómez, azotada por la penuria, el
analfabetismo y las enfermedades, sin
embargo, se sentía el aliento de pobladores, con inquietudes formadoras de alto
valor educativo y cultural, de ideas nacionalistas y de justicia. Uno de esos
nombres de grata recordación es el del educador trujillano, Don Lucio Augusto
Viloria (1859-1938).
Quizás del ambiente hogareño
valerano, obtuvo esa sentida pasión por la educación, por el estudio de la
historia y por las tradiciones y cultura andina. Para dicho tiempo, llevó adelante iniciativas
para el desarrollo de la naciente comunidad de La Puerta, fundó en 1906, la
primera escuela estadal del pueblo, y fue su primer maestro; en este plantel
demostró todo su afán por la educación de los niños y jóvenes de la pequeña
comunidad rural en proceso de repoblamiento y construcción, cualidad y vocación
magisterial que aun hoy, comentan nuestros más antiguos vecinos. Era Presidente
del Estado Trujillo, el general Pedro J. Araujo Briceño. Igualmente Viloria, fue pionero en la
construcción de las primeras 40 casas, en el proceso urbanístico de 1.900;
organizó junto al legendario coronel Américo Burelli García, las tradicionales
festividades de enero de 1909, dedicadas al patrono San Pablo Apóstol y a la Virgen
de la Paz, igual las tributarias a San Isidro, patrono de los agricultores.
El maestro Lucio, se desempeñó en otros
cargos, también sembrando y formando ciudadanía. Entre aquella atmósfera de
caudillos, hacendados y gamonales, no faltaron sus palabras sabias y reflexivas
para buscar una salida a los problemas de la comunidad. Fue Juez de Paz y Jefe
Civil de La Puerta; físicamente, fue un hombre de mediana estatura y contextura
delgada, cara ovalada en la que destacaba su bien acicalado bigote, con recortado
y canoso cabello; trajeado la mayoría de las veces de flux, con camisa clara y
corbata.
En el año de la Carta, recién se
había instalado la luz eléctrica, en su comarca. Esto mejoraba las condiciones
para la lectura que era la principal pasión de don Lucio, así como, para la
escritura, que la hacía <<con una bella letra trazada con plumilla
mojada en tinta negra>> (Abreu Burelli, 103). Era presidente del estado Trujillo, el señor
Silverio González, designado por el general Juan Vicente Gómez, cuya dictadura
concluiría al año siguiente, por su
fallecimiento. El texto de la misiva (algo rota y con 89 años de escrita), que
aquí compartimos, gracias a la profesora Belkix Villegas, quien nos permitió
ver el gemino, leerlo y fotografiar, es el siguiente:
<<La Puerta junio 15 de 1934.
Señor Br. Hipólito Cisneros.
Trujillo.
Mi muy respetado señor y amigo. Con sentimiento de alta
consideración y aprecio formulo la presente con el fin de saludarlo deseándole
toda clase de felicidad, y a la vez para darle mi expresión de bienvenida por
tenerle en esta mi tierra muy amada de Trujillo, deseándole coseche óptimos
frutos en el delicado puesto que representa en este Estado.
Ahora también debido a la confianza que me inspiró desde el
día que tuve el alto honor de conocerle en mi casa, me apresuro a comunicarle
lo siguiente: que como quiera que yo he desempeñado en varias épocas planteles
de enseñanza en este estado, bajo la inspectoría de los señores bachilleres
Américo Briceño y Alejandro Fuenmayor dejando de actuar en el período del Br:
Eladio A de Lugo con este último por rivalidades de la suerte sin tener que
temer haya sido por mal comportamiento ni falta de interés en la enseñanza de
mis alumnos y ahora que a Dios gracias está usted al frente de la inspectoría
de esta circunscripción abrigo la esperanza de conseguir con ud una escuela de
varones en este municipio, o dónde lo crea usted conveniente, ofreciéndole
además mi exacto cumplimiento en todos mis deberes. Demás es decirle i
expresarle mi más profundo reconocimiento de gratitud, pues soy un padre de
familia y mi situación bastante crítica. Queda en espera de sus gratas noticias
y créame su amigo que sabré agradecerle todo aquello que usted haga en nuestro
favor su aff mo amigo>>; este es el texto, de puño y letra de don Lucio, copiado con la
mayor fidelidad; que nos revela un momento y su ambiente (1934), de cierta
“tranquilidad social”, previa al año en que terminará la dictadura, y se inició
una confusa época de transición a un sistema de respeto a los derechos civiles,
que algunos historiadores, apreciaban como benigno y favorable al pueblo de
Venezuela.
Maestro Lucio Augusto Viloria. |
Se desconoce, si esas líneas,
tuvieron respuesta escrita, quizás por la avanzada edad del maestro, o porque él
no convenía al régimen, o no lo requerían o si hubo el silencio para una larga
e infinita espera ¡algo terrible!
A sus 75 años de edad, don Lucio,
quería seguir sirviendo a su comunidad, se consideraba útil a pesar de ello; la
carta descubre su entusiasmo, vocación y sinceridad, pues no disimula, las
razones por las que salió del magisterio “por rivalidades de la suerte”, aunque
no especifica qué fue lo desagradable que le ocurrió, ni las desavenencias en
cuanto al tema educativo, sistema y valores, que derivó en su salida del
magisterio, asuntos que pudieran imputarse al oscurantismo dictatorial y a
los mandatarios regionales de turno. Su actividad ante todo, es educativa.
El maestro Hipólito Cisneros
(1892-1972), a quien va dirigida la carta de Viloria, por medio de la cual
solicita un cargo de preceptor en una escuela de varones en este municipio (La
Puerta), o dónde lo creyera conveniente,
era natural de Valencia, fue discípulo del educador Don Julio Castro,
fundador de los estudios normales en el estado Carabobo. Cisneros enrumbó su
vida por el sendero del magisterio, hasta tomar carácter de verdadera pasión a
la enseñanza, motivado por su insigne Maestro. Fue Inspector
Técnico de Instrucción en varios Estados, entre esos, Trujillo, precisamente en
el año 1934, Cisneros tenía 42 años y el
remitente, 75 años de edad, una diferencia de 33 años. Culto, sociable,
Don Lucio sí sabía lo que significaban aquellas pocas y precisas líneas
dirigidas al Bachiller Cisneros, se desconoce cuál fue la reacción de éste.
El otro maestro: Don Américo Briceño
Valero (1877-1955), con quien trabajó don Lucio, era un intelectual de
destacada actuación regional. Ocupó varios cargos públicos en materia
educativa, fue director de la Escuela de Varones de Trujillo; entre 1916 a
1922, Inspector Técnico Nacional de las Escuelas y Colegios de los estados
Trujillo, Zulia, Falcón y Distrito Federal; fue director del Liceo Andrés
Bello, de Caracas. En 1936, se jubiló por razones de enfermedad; escribió varios textos en materia docente,
historia y en literatura de ficción, fue el autor de la Geografía del Estado Trujillo. Su biógrafo Pedro De Santiago,
escribió: <<En todas sus actividades, supo poner de relieve su idoneidad,
constancia y honradez; en el no tuvo cabida la intriga, la envidia o la mala
fe>> (De Santiago, 77). Un eminente educador e intelectual
trujillano.
El también mencionado por Viloria,
maestro Alejandro Fuenmayor (1887-1947), fue un poeta marabino de amplia
difusión en los círculos literarios de esa época, de la estatura de los
renombrados Mario Briceño Iragorry y José Domingo Tejera. Fue Director de
Instrucción y Ministro de Educación, de lo que declaró que su programa de
gestión, procuraba <<el desarrollo de una escuela activa y
venezolana, activa por el sistema y nacional por el espíritu>>,
impulsaba la Escuela Nueva, en la concepción de John Dewey, que tanto comentó
el maestro Prieto Figueroa. Cuando fue inaugurado el Instituto Pedagógico
Nacional (IPN), el 30 de septiembre de 1936, el primer centro de formación de
profesores de Venezuela, el maestro Fuenmayor fue designado Director – Fundador
del mismo.
En relación al Bachiller Eladio Álvarez de Lugo (1887- 1959), a quien
el maestro Lucio Viloria señala como causante de haber dejado el magisterio “por
rivalidades de la suerte”, cursó
estudios en el Colegio Santo Tomás de Aquino, de Valera, que regentó el padre
Miguel Antonio Mejía, después Obispo de Guayana. Fue un escritor y poeta
valerano de alta trascendencia, de él emitió Mario Briceño Iragorry, el siguiente concepto critico <<Álvarez
de Lugo es indiscutiblemente un gran poeta, por la inspiración que revela en
sus versos y por la cultura de su espíritu>>, (Maldonado, 76). De
obra intelectual numerosa, dispersa en revistas y periódicos de Venezuela. Era
un hombre modesto en su vida y modales, apasionado en su ideales
políticos; Álvarez de Lugo, alrededor
del año 1925, inspeccionó todas las escuelas de Trujillo, siendo Inspector
Técnico de Instrucción Pública, de la entidad.
En síntesis, de esa relevancia
nacional y estatura intelectual, eran los hombres con los que le tocó
entenderse y trabajar a Don Lucio Augusto Viloria, el recordado educador de La
Puerta.
A la espera de la contestación y en
el ocaso de su vida, intentó armarse de calma dentro de sus quehaceres del
campo, su vecindario y la iglesia, mientras la preocupación y el desvelo se le
fueron acumulando en los tres años siguientes. Es bastante probable que Don
Lucio entrara en un periodo de ansiedad, tristeza y decepción, lo que pudimos
leer en su Partida de Defunción del 28 de enero de 1938, <<según las noticias
adquiridas aparece que el fallecido estuvo enfermo más o menos tres años, bajo
asistencia médica i que su muerte fue ocasionada por enfermedad mal definida>>
(Libro Defunciones año 1938. Registro Civil de La Puerta). Se refiere a una
enfermedad o dolencia o sufrimiento impreciso, sin especificación alguna. Es posible,
que haya caído en estado depresivo.
Si bien esta epístola, constituye
parte documental de la vida del Maestro Lucio Augusto Viloria, también puede
ser considerada como expresión de historia y literatura rural andina, porque
concentra verdad histórica, tiempo, personajes, que nos ilumina, cuando escribe
lo de su salida del magisterio (quién podía imaginarlo), y no se queja, por muy
duro que fuera, no hay drama, sino que solicita una posición para seguir sirviendo.
El estilo de la carta, en consecuencia, se convierte en el mecanismo de
conexión entre su cercano y adverso
pasado, y su deseo de volver a servir como Maestro. Murió el 28 de enero
de 1938, cuatro días más tarde, que sacaran en procesión, a sus patronos de
religión, San Pablo y la Virgen de la Paz, de los que fue notable devoto en su querida comunidad.
(*) Portador Patrimonial Histórico y
Cultural de La Puerta.
La Puerta, agosto 2023.
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