Por Oswaldo Manrique (*)
La primera vez que campesinos sin
tierra sembraron en uno de los desbocados y apartados lugares de este singular sitio,
el agua de lluvia que bajó con barro y piedras por el zanjón acabó con las
siembras, la crecida del río se llevó a los animales y hubo difuntos. Fidel Rivas le comentó a Mitrídates:
- Qué fiera tormenta, de la que nos
salvamos compadre. Rosnaba como si fuera el demonio, nunca había escuchado algo
así de feo.
“Mitri”, que era más baquiano y
conocedor del mundo de las cabrillas le respondió a su joven montonero lo que
causaba ese sonido tan misterioso.
*
Extraordinaria, creativa y poética imaginación, la de los Bomboyes, nativos y primeros pobladores de La Puerta. Le pusieron como topónimo a esa boscosa e intrincada montaña y a su Chorrerón, un nombre de instrumento musical: “Maraquita”, maraca pequeña.
Localización:
“La Maraquita”,
es hoy una quebrada de tipo intermitente, que se desprende de las Siete
Lagunas, con altitud en su parte baja o zanjón bajo, de 1.849 msnm, cercana a
la posesión “San Pedro”, y “El Pozo”, y colindante también con la población
urbana de La Puerta, río Bomboy de por medio, al que nutren sus aguas. En la
parte baja, lamentablemente hoy, se encuentra intervenida por anárquicas y
masivas urbanizaciones, con incidencia de daño ambiental.
Ubicación:
Parroquia La Puerta, Municipio Valera,
Estado Trujillo, Los Andes, Venezuela, Sudamérica.
Breve reseña histórica:
Siguiendo la
paralela trayectoria del lecho de este derrame, existe un zigzagueante borde
que desde tiempos ancestrales, siempre
sirvió de camino a los aborígenes Bomboyes, de nación Timoto, para trasladarse
desde los pueblos del lago Coquivacoa (Maracaibo), por la vía intermontana, de
las Siete Lagunas (Maen Shombuk) hasta el valle de Bomboy, donde tenían
establecida su aldea indígena, y
viceversa. Considerado como uno de los pueblos
de la Sierra de La Culata.
De Tulio Ramón Rivas Ramírez,
cronista popular de estos páramos, aprendimos que históricamente este es el
primer camino indígena de La Puerta, el gran camino indígena que lleva a las
Siete Lagunas, vía que se remonta a unos 500 a 1.000 años antes de Cristo,
usado por los primeros pobladores Bomboyes de la gran nación Timoto,
involucrada con la civilización Chibcha
Muisca, en su proceso de expansión y dominio de la Sierra Nevada hasta el lago
Coquivacoa. Algunos comentan que por aquí entró el pirata Gramont, en 1678,
para evadir enfrentamientos con la milicia real y poder sorprender y saquear a
los habitantes de la ciudad de Trujillo.
En la memoria
colectiva la tradición ha conservado relatos que revelan que fue “La
Maraquita”, el camino indígena de
conexión entre el Páramo de las Siete Lagunas y el valle; inclusive, era ruta
de huida y de resguardo de los nativos a los páramos, en la época de la
invasión hispana. Forma parte de este valle. Documentalmente, la primera
referencia de Bomboy, la encontramos en el titulo de la “Encomienda Valle de Vomboy”,
del capitán Juan Álvarez de Daboín, del 18 de julio de 1611, que da cuenta que
su padre el capitán Tomé Dabuyn, la había dejado el 26 de marzo de 1601, es
decir, que para 1.600, ya se había otorgado dicha encomienda, localizada en lo
que hoy constituye la parroquia La Puerta.
En 1608, se le señaló por parte del Obispo fray Antonio de Alcega, como
“Pueblo de indios” Cabecera de la Séptima Doctrina.
Razones de
índole etnográfica y documental, asi como su ubicación en área de frontera,
califican a los Bomboyes como de nación Timoto, es decir, a pesar, de lo errado
de clasificarlo en una insubsistente nación Timoto-Cuica. Era “La Maraquita”,
una inmejorable zona de cacería de lapas, báquiros, conejos y picures, que
fortalecía la dinámica del nativo y complementaba su ingesta alimenticia.
En 1891, La
Maraquita”, se convirtió en uno de los puntos de lindero, en la partición
fraudulenta de las posesiones del Resguardo Indígena de La Puerta. Al desalojar a la comunidad indígena
Bomboy en dicho año, los nuevos “propietarios” se disputaron estas tierras,
pero la misma naturaleza los fue
combatiendo, arrasando con sus cultivos y sus criaderos.
Mitrídates Volcanes, viejo montonero del
tiempo de caudillos, lugarteniente del
coronel Sandalio Ruz, y dirigente agrario, promotor de esta área de
producción, históricamente se considera como el último montonero de La Puerta,
porque sobrevivió a su jefe y a los varones nacionalistas de la Cordillera de
La Culata.
Cuando “Mitri”, como le llamaban sus
parientes y amigos, intervino y venció con sus compañeros Juan Torres y Delfín
Rivas y otros, la intrincada vegetación boscosa, subiendo por el primer camino
indígena parameño, en el llamado “Derrame o Chorrerón de La Maraquita”, que se
desprende del páramo de Las Siete Lagunas, sobre la tercera década del siglo
XX, se fue perfilando el comienzo de la historia de este caserío. Su nieto
Ramón Volcán “el Cholito”, hizo un importante esfuerzo por el mejoramiento del
Dique de “La
Maraquita”.
Al tener dominio sobre las aguas,
mediante construcción de dique y canales, y haber deforestado gran parte de esa
inhóspita zona, fue organizando parcelas de labor, dadas a campesinos
pobres, divididas con pretiles de piedra en su mayoría, convirtiéndose en un
área fértil de producción agrícola, que a la vez, fue generando la necesidad de
ocupar espacios, para vivir los peones, ayudantes, en el área adyacente a La
Maraquita, que es lo que hoy constituye el sector La Flecha; fueron pocas casas
las que se levantaron, todas de bahareque y techo de fajina de caña.
El sugestivo y musical topónimo.
Los indios bomboyes deseosos de
transmitir el fenómeno y sus vivencias en este lugar, lo bautizaron con un
nombre que era un alerta que impresionaba en su imaginación: la maraquita.
Significa voz
derivada del guaraní mbaracá (DRAE),
instrumento musical sudamericano, que consiste en una calabaza, tapara o totumo
con granos naturales o de maíz en su interior, usado por los aborígenes para
acompañar el canto de faena, rito o festivo.
Cuando se movieron al son de La Maraquita. El fenómeno natural.
Era analfabeto “Mitri” y le fue
explicando a Fidel Rivas, el fenómeno natural y atmosférico que ocurría en ese
sitio. Las grietas de la inmensa
montaña, hacen un sonido como de maraca, qué anuncia minutos antes a los de
abajo y a los de arriba que el invierno se aproximaba, es decir, que en la
cabecera cerca de las Siete Lagunas se
aproximaba la tormenta, porque comenzaba a llover mucho, y por eso ese sonido
que alerta, es el retumbar de los truenos. Es un sonido subterráneo con el que
alcanza un máximo volumen, que permite a la gente ponerse atenta y movilizarse,
tanto a los viajeros del Páramo, como a los que viven en La Puerta. Los
indígenas lo llamaban la música de la montaña, la maraca. Luego los nuevos
pobladores lo siguieron llamando “La Maraquita”, en su creencia mitológica era
considerado una de las hermosas crinejas de la Kusman de las grandes aguas de la Cordillera. Este sonido de la
maraca fue lo que salvó a los despreocupados o tranquilos indios del Valle, de
algunos cataclismos.
Se han tejido leyendas sobre la
aparición en esta zona de gigantescas culebras y reptiles, aunque se han
encontrado “tragavenado” u otras del mismo tamaño, temidas y veneradas a la vez
por los indígenas, especie de deidad en su cosmovisión, entendiendo en su
simbolismo que este reptil cambia de piel y se fortalece y renueva, por ser esa
su naturaleza.
*
Un boscoso zanjón que domina la
entrada y salida del lecho natural del derrame de “La Maraquita”, que en el
pasado constituía la entrada a una hermosa caída de agua o balnearios
indígenas, para ir por ese mismo atajo hacia los páramos. Sin ser senderistas, un baño fresco en estas
aguas, una peyita de chimó, comer moras piñas silvestres y una buena conversa,
generaba en los siglos anteriores, un buen efecto reconstitutivo tanto en lo
físico, como en lo espiritual.
Insertarse, bien a caballo o a pie,
para explorar o como paso hacia las Siete Lagunas, es un paseo delicioso y
fresco, siempre bordeando el lecho de esta gran vertiente de agua, vestida por
un simulacro de selva. Montaña arriba, se logran conseguir quebradas e hilos de
aguas cristalinas, llamativas, apadrinadas por hermosas y colgantes matorrales
y espigados árboles. Este hermoso lugar,
forma parte de esa ruta profunda de turismo, que todos debemos conocer.
(*) Portador Patrimonial Histórico y Cultural de La Puerta.
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